Hay voces que anuncian.
¿Qué?
La llegada próxima -pero aun lejana- de lo prometido.
Voces -todavía- sólo voces. Sin palabra.
Voces que se despliegan en toda la escala posible de la materia sonora.
Antes de que venga la palabra prometida desde antiguo.
Llegará entonces la palabra -de nuevo- a esa voz: hoy útero anhelante.
Que la acogerá: quemará el sonido.
Y será la palabra pura.
Despojada de accidentes y de forma.