martes, 12 de mayo de 2015

Antonio Machado, Poeta y profeta

Yo amo a Jesús que nos dijo:
Cielo y tierra pasarán.
Cuando cielo y tierra pasen
Mi palabra quedará.
¿Cuál fue Jesús tu palabra?
¿Amor, Perdón, Caridad?
Todas tus palabras fueron
Una palabra: velad.
(Contra los falsos teólogos.)

¿Para qué llamar caminos
A los surcos del azar?...
Todo el que camina anda,
Como Jesús, sobre el mar.
(Contra los que predican seguridades)

De lo que llaman los hombres
Virtud, Justicia y Bondad,
Una mitad es envidia,
Y la otra no es caridad.
(Contra los falsos progresismos y las falsas oenegés)

La envidia de la virtud
Hizo a Caín criminal.
¡Gloria a Caín! Hoy el vicio
Es lo que se envidia más.
(Contra la inversión perversa de todos los valores)

¿Tu verdad? No, la Verdad,
Y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.

(Contra los relativistas y el relativismo)

lunes, 4 de mayo de 2015

Marcel Proust (1904) y la Misa

Las catedrales son la más alta y la más original de las expresiones del genio de Francia. En las ceremonias católicas la belleza está por encima de lo que cualquier artista haya soñado jamás. (¡Cuándo todo un pueblo respondía a la voz del sacerdote, se prosternaba de rodillas cuando sonaba la campanilla de la elevación!) Esto es lo que diríamos si la religión católica ya no existiera, pero afortunadamente existe aún. Sólo tenemos que entrar a cualquier hora del día en una (catedral o iglesia) en la que se esté celebrando un oficio. Gracias a la persistencia de los mismos ritos en la Iglesia católica y, por otra parte, a la creencia católica, las catedrales no sólo son los más bellos monumentos, sino los únicos que han permanecido atados al objetivo para el que fueron construidos. No existe hoy (1904) un socialista que no deplore las mutilaciones que la Revolución infligió a nuestras catedrales. En tanto que en ella se celebre la misa, por muy mutilada que esté, siempre conservará un poco de vida. Desde el momento que se la destine a cualquier otra cosa, morirá. Podemos decir a las iglesias lo que Jesús decía a sus discípulos: Sólo si continuáis comiendo la carne del hijo del hombre y bebiendo su sangra habrá vida en vosotros. Cuando ya no se celebre en las iglesias el sacrificio de la sangre y la carne de Cristo, el sacrificio de la misa, ya no habrá vida en ellas. Hay un profundo simbolismo en una ceremonia cotidiana como la misa: el Introito abre la ceremonia, sigue la lectura de la epístola, el canto del Gradual, la lectura del Evangelio, el Credo después del Evangelio… Así todo; hasta el más mínimo gesto del sacerdote, hasta la estola que se coloca, coincide con el sentimiento profundo que anima a la catedral (o iglesia) entera. Jamás un espectáculo comparable, espejo tan gigante de la ciencia, del alma y de la historia, fue ofrecido a la mirada y la inteligencia del hombre. Y esto bastaría para que el Estado tuviese la obligación de velar por su perpetuidad. La misa en una catedral (o iglesia) es una resurrección integral. (El anticlericalismo inspira grandes aberraciones.) Cuando todo esto haya desaparecido habrá alguien que dirá: entraban en la iglesia, ocupaban un lugar que podían conservar tras su muerte, desde el que podían seguir, como cuando vivían, el divino sacrificio. ¡Vosotros, gran democracia silenciosa, fieles obstinados en oír los oficios más bellos… ya no oiréis más la misa que teníais asegurada al entregar para la edificación de la iglesia la mejor de vuestras ofrendas!
La protección de las más bellas obras de arquitectura, obliga al gobierno a garantizar que el culto se celebre perpetuamente… La misa en las catedrales (o iglesias) impone un deber al gobierno de subvencionar a la Iglesia católica para el mantenimiento de un culto que importa a la conservación del más noble arte. Persuadamos a todas las personas (incluidos anticlericales con buen gusto) de la obligación que incumbe al gobierno de subvencionar las ceremonias del culto.

Marcel Proust: La muerte de las catedrales, Le Figaro, 16 de agosto de 1904

Y además...

El misterio de la Misa me gusta mucho, tiene una poética maravillosa, y creo en Dios. Martín Chirino, La Vanguardia, 04/02/2014.

Tiendo a creer cuando voy a Misa; pero apenas salgo, se me pasa. Así que ahora lo evito, porque el bajón es desagradable. Pero la Misa en sí misma es muy convincente; es una de las cosas más perfectas que conozco. M. Houellebecq, El País, 23/04/2015.

Tengo un bellísimo olivar. No puedo separarme de él. Jesús pasó sus últimas horas orando en un olivar. Busco cosas de las cuales todos dependemos. La gracia de Dios, la bondad, el destino. Hans Werner Henze, El País, 23/07/2009.

La muerte repentina y misteriosa de Erik Satie también me conmovió. Se volcó en la religión en los últimos anos de su vida y empezó a comulgar. Cuando lo vi una mañana después de asistir a misa, me dijo con su acostumbrado tono expositivo: "Bueno. ya he comulgado algo esta mañana". Enfermó de repente y murió poco después sin causar ningún alboroto. (Stravinski, Memorias y comentarios).