jueves, 30 de diciembre de 2021

UN JUEZ DA LA RAZON A UNA MADRE QUE SE NIEGA A VACUNAR A SU HIJO

Un juez desestima un recurso puesto contra una madre (que no veía razones para vacunar a su hijo), entre otros motivos, porque desde junio de 2020 hasta junio de 2021 el número de fallecidos --por la "epidemia" en curso--- menores de 19 años asciende a ¡22! Es decir, han fallecido en ese segmento de edad, el 0.0002%. El juez razona --por cierto, muy bien-- que los riesgos desconocidos son mayores que los beneficios.

En España.



sábado, 18 de diciembre de 2021

OTRO QUE RAZONA DE UN MODO CIENTIFICO: FERNANDO DEL PINO CALVO SOTELO

 Escribo desde hace diez años en Expansión con entera libertad. Sin embargo, ayer, en el último minuto y de modo injustificable, Expansión censuró y retiró este artículo que iba a publicarse hoy. Lamento que un periódico como Expansión censure un artículo cuyas fuentes son, entre otros, The Lancet (una de las tres publicaciones médicas más prestigiosas del mundo), artículos de reconocidos epidemiólogos en el Wall Street Journal (el periódico económico más importante del mundo), comunicados del JCVI británico y del Ministerio de Sanidad de Japón y datos oficiales del Ministerio de Sanidad español.

Basta y

Esta locura debe acabar. El programa de vacunación masiva con vacunas y terapias genéticas en gran medida experimentales para combatir una enfermedad que cursa leve para la inmensa mayoría de la población se está convirtiendo en un escándalo de salud pública, y su extensión a niños y adolescentes sanos es simplemente inmoral. Contrariamente a lo que repite la histeria colectiva creada por el contubernio político-mediático-farmacéutico, la vacunación a estas edades no protege a los niños de nada, pues para ellos el covid es levísimo, ni protege a sus padres o abuelos, pues los contagios de niño a adulto son inhabituales[1] y, sobre todo, caramba, porque estas vacunas no impiden ni el contagio ni la transmisión[2], como estamos viendo. En cambio, exponen innecesariamente a los niños a potenciales efectos adversos a corto plazo que aun poco probables pueden ser serios, como la miocarditis (“con cuadro clínico atípico y de pronóstico incierto a medio plazo”, según el JCVI británico[3]), y a la incertidumbre de efectos secundarios desconocidos a largo plazo. ¿Cómo calificarían ustedes a una sociedad que pone en riesgo la salud de los niños para que algunos adultos duerman más tranquilos? Por tanto, recomiendo a los padres que, antes de tomar una decisión que será irrevocable, se lo piensen mucho y no se dejen arrastrar por razones equivocadas como la presión social, sino valorando exclusivamente los riesgos y beneficios para sus hijos, que no pueden defenderse ni opinar por sí mismos. Asimismo, si sus pediatras recomiendan vacunarse exíjanles la firma de la correspondiente receta para que asuman su responsabilidad.

Una miríada de estudios y datos epidemiológicos recientes confirman que las vacunas y terapias genéticas no impiden ni el contagio ni la transmisión del covid y que su eficacia para reducir la gravedad se ha reducido mucho. De ahí la sorpresiva tercera dosis, inoculada en estado de pánico por Israel ante la evidencia del fiasco vacunal y promovida de tapadillo en España para intentar disimular dicho fiasco. Hace poco nos decían que dos dosis y un 70% de inmunidad de rebaño acabarían con la epidemia. Ahora son tres o cuatro dosis (¡en pocos meses!) y un 95%. Vaya tomadura de pelo.

El desmedido afán de lucro de las empresas farmacéuticas, la incalificable campaña de terror mediática y oscuros intereses políticos propiciaron desde un principio que el foco se pusiera en reducir el número de contagios y no el de muertes, algo absurdo en una enfermedad que cursa leve para la mayoría. Acto seguido se torpedeó sistemáticamente la aparición de tratamientos baratos y prometedores dirigidos sólo a los enfermos de riesgo y se hizo creer a la opinión pública que la única esperanza eran unas lucrativas vacunas poco testadas y dirigidas a toda la población. Una vez vacunada la población de riesgo era imprudente y estéril continuar vacunando indiscriminadamente, pero nos dijeron que las vacunas pararían la epidemia y nos devolverían a la normalidad. “Primero les encerramos, luego les asustamos y finalmente les vacunamos a todos”, fue la consigna. Pues bien, la falacia se ha topado con la realidad. Las altas tasas de vacunación no están frenando los contagios. En septiembre, un estudio realizado en 68 países observó que, al contrario de lo esperado, “las zonas con mayor porcentaje de población totalmente vacunada tenían más casos de COVID-19 por cada millón de habitantes[4]”. En este sentido, según otro estudio publicado en The Lancet Infectious Diseases, los vacunados que enferman de covid parecen ser ligeramente más contagiosos que los no vacunados, con una carga viral similar[5]. Para más inri, otro artículo científico ponía de manifiesto que “la aparición y frecuencia de nuevas variantes resistentes a las vacunas está fuertemente correlacionada con las tasas de vacunación[6]”, es decir, que a mayor porcentaje de vacunados, más variantes. Y según un estudio sueco publicado como pre-print en The Lancet, Pfizer y Astrazeneca (85% de las vacunas administradas en España) no tienen “ninguna eficacia” para prevenir la infección de covid pocos meses después de su inoculación, y su eficacia para reducir la gravedad y muerte ha caído hasta un “indetectable” 42% seis meses después de vacunarse[7]. No olviden que todos estos datos son anteriores a la llegada de la famosa variante Omicron, convertida en chivo expiatorio del fiasco vacunal. Quizá por ello, según el Ministerio de Sanidad actualmente en España el 71% de los hospitalizados y el 80% de los muertos por covid mayores de 60 años son personas perfectamente vacunadas[8]. La evidencia comienza a ser abrumadora. Así, un recientísimo artículo en The Lancet con datos de varios países ha denunciado “la gran negligencia” de las autoridades sanitarias al negar tal evidencia[9] en una cínica huida hacia adelante. En Alemania “seis de cada diez casos sintomáticos de COVID-19 de mayores de 60 son personas totalmente vacunadas [ya son siete de cada diez], proporcionando una clara evidencia de la creciente relevancia de los vacunados como posible fuente de transmisión”. En el Reino Unido, nueve de cada diez nuevos casos de COVID-19 entre mayores de 60 años “se produjeron entre los totalmente vacunados”, y una semana antes “la tasa de casos de COVID-19 por 100.000 había sido mayor entre el subgrupo de vacunados que en el de no vacunados” de 30 años o más. Y en Israel un brote hospitalario cuya fuente había sido un paciente vacunado tuvo como resultado que “catorce pacientes totalmente vacunados enfermaron gravemente o murieron, mientras que los dos pacientes no vacunados desarrollaron una enfermedad leve”. The Lancet concluye: “Es una gran negligencia ignorar a la población vacunada como una fuente de transmisión posible y relevante”. Estos datos desmontan por completo el paripé del pasaporte covid, la persecución de los no vacunados y los programas de vacunación infantil.

El carácter voluntario-obligatorio de estas vacunas en Europa ha vulnerado principios médicos y éticos. No así en Japón, donde el Ministerio de Sanidad deja claro que la vacuna COVID-19 “no es obligatoria ni forzosa, sino que sólo se realizará con el consentimiento de la persona a vacunar tras la información facilitada”. Y añade: “Le rogamos que se vacune por decisión propia, comprendiendo tanto la eficacia como el riesgo de efectos secundarios; no se administrará ninguna vacuna sin dicho consentimiento, y por favor, no obligue a nadie en su lugar de trabajo o a los que le rodean a vacunarse, y no discrimine a los que no se han vacunado[10]”.  Y aquí, ¿dónde están los consentimientos informados? ¿Qué médico ha firmado nada? ¿Dónde queda el respeto a los no vacunados en este ambiente de histeria y fascismo sanitario? En España algunos sátrapas regionales, repanchingados en sus palacetes feudales, imponen a sus siervos la presentación de un salvoconducto para entrar en un hospital o tomarse una cerveza, y da igual que semejante atropello se base en una superstición, pues el vacunado transmite el virus exactamente igual (o más) que el no vacunado. ¿Y qué decir de la Sala del Tribunal Supremo (con la numantina excepción de un voto particular) que se ha prestado a esto autorizando el pasaporte covid con contradicciones que causan rubor?

Repito: esta locura debe acabar. Ha llegado el momento de exigir a los responsables políticos que digan la verdad a la población sobre las limitaciones de eficacia y seguridad de estas vacunas y que detengan la campaña infantil. Para los niños sanos esta vacuna tiene muchos más riesgos que beneficios y, como dice el inmunólogo norteamericano Robert Malone, coinventor de la tecnología de las vacunas ARN mensajero, “la razón que le están dando para vacunar a su hijo es mentira: sus hijos no presentan peligro alguno para sus padres o abuelos[11]”. Yo aún diría más. No es deber de los niños proteger a los adultos, pero sí es deber de los padres proteger a sus hijos.

 

Fernando del Pino Calvo-Sotelo

www.fpcs.es

 

viernes, 10 de diciembre de 2021

Una médica que razona de un modo científico

Ana María Valero ha expuesto de un modo riguroso lo que pensamos muchos doctores que todavía conservamos la capacidad de razonar de un modo hipotético deductivo. Y nuestra epistemología la dictan gentes como Popper, Lakatos o Kuhn (entre otros) y no la cuenta de resultados de Pfizer o Moderna.

Los sanitarios como grandes y principales obligaciones tenemos las de estar bien formados, atender a nuestros pacientes de la forma mas honrada posible y ante todo, no dañarles conscientemente.

Creo saber ser sensata con todos mis pacientes, siempre; pero no considero mi deber moral vacunarme de la Covid.

Desde que me infecté de la Covid en el cumplimiento de mis obligaciones asistenciales en el Hospital donde trabajo allá por abril del 2020, reviso mi analítica de forma periódica y a día de hoy conservo mis Ac IgG contra el Coronavirus, tanto los totales como los Ac IgG contra el dominio RBD de la subunidad S1 de la proteína spike a altos niveles. Este estudio debería haberse hecho a TODOS los sanitarios, como deber moral de la Administración, que nos tuvo día y noche, con turnos extenuantes, con mascarillas fake y sin medidas de protección, en vez de limitarse a indicar una vacunación masiva e indiscriminada, sin contemplar la posibilidad de una inmunidad natural que ya nos protege, vacunación indiscriminada en la que los riesgos, en muchos casos, pueden superar a los beneficios y cuyos efectos secundarios, que como médica asistencial conozco, porque los veo, nadie va a asumir.

Mas allá de eso, sabemos que los vacunados pueden transmitir el coronavirus (ese es el motivo y no otro por el que los pacientes que van a intervenirse quirúrgicamente se les obliga a una PCR negativa previa, ya sean vacunados o no vacunados) y no logro entender qué beneficio es para los pacientes que su médico se vacune con una vacuna que no les asegura que no les contagie. Y más si es uno que está inmunizado de forma natural, que además, y no es baladí, es la única inmunidad que te puede hacer no contagiante.

La obligación de vacunación para un sanitario con una vacuna que no impide la transmisión, único mecanismo real de protección para el paciente, es una cosa incomprensible para mi y como científica, me gusta comprender lo que hago y el motivo y finalidad con que lo hago.

Lamentablemente, no encuentro una explicación científica a mi deber moral de vacunarme, que es la única explicación que podría valer a mis pacientes, ya que no soy un peligro para nadie, ni siquiera para mi misma. Lo cual no impide que me de cuenta perfectamente de adónde va todo esto y de que terminaremos con una obligatoriedad para la vacunación, primero entre el personal sanitario y, si cuela, como decía aquel consejero de salud de Andalucía refiriéndose al pasaporte Covid, a toda la población.

Dicho esto, como médico, como ciudadana, y como político, en ningún caso voy a ser partidaria de ninguna obligatoriedad de la vacuna Covid, ni a sanitarios, ni a no sanitarios ni a la población general. Cuando llegue ese momento en que la obligación sea POR LEY, será evidentemente mi problema y mis circunstancias. Y entonces, decidiré que hacer. Mientras tanto ningún deber que se tilde de moral me hará tomar una decisión con la que ni moral, ni científica ni razonable ni legalmente puedo estar de acuerdo.

Algunos están destinados a razonar erróneamente; otros a no razonar en absoluto, y otros a perseguir a los que razonan.

Molière