sábado, 23 de mayo de 2020

Flavio Josefo (37-100) sobre Juan Bautista, Jesús y Santiago


Algunos judíos creyeron que el ejército de Herodes había perecido por la ira de Dios, sufriendo el condigno castigo por haber muerto a Juan, llamado el Bautista. Herodes lo hizo matar, a pesar de ser un hombre justo que predicaba la práctica de la virtud, incitando a vivir con justicia mutua y con piedad hacia Dios, para así poder recibir el bautismo. Era con esta condición que Dios  consideraba agradable el bautismo; se servían de él no para hacerse perdonar ciertas faltas, sino para purificar el cuerpo, con tal que previamente el alma hubiera sido purificada por la rectitud. Hombres de todos lados se habían reunido con él, pues se entusiasmaban al oírlo hablar. Sin embargo, Herodes, temeroso de que su gran autoridad indujera a los súbditos a rebelarse, pues el pueblo parecía estar dispuesto a seguir sus consejos, consideró más seguro, antes de que surgiera alguna novedad, quitarlo de en medio, de lo contrario quizá tendría que arrepentirse más tarde, si se produjera alguna conjuración. Es así como por estas sospechas de Herodes fue encarcelado y enviado a la fortaleza de Maquero, de la que hemos hablado antes, y allí fue muerto. Los judíos creían que en venganza de su muerte, fue derrotado el ejército de Herodes, queriendo Dios castigarlo. (Libro 18, capítulo 5, apartado 2.)

Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús, si es lícito llamarlo hombre, porque realizó grandes milagros y fue maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y muchos gentiles. Era el Cristo. Delatado por los principales de los judíos, Pilatos lo condenó a la crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo, porque se les apareció al tercer día resucitado; los profetas habían anunciado éste y mil otros hechos maravillosos acerca de él. Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos. (Libro 18, capítulo 3, apartado 3.)

Siendo Anán de este carácter, aprovechándose de la oportunidad, pues Festo había fallecido y Albino todavía estaba en camino, reunió el sanedrín. Llamó a juicio al hermano de Jesús que se llamó Cristo; su nombre era Jacobo, y con él hizo comparecer a varios otros. Los acusó de ser infractores a la ley y los condenó a ser apedreados. (Libro 20, capítulo 9, apartado 1.





domingo, 10 de mayo de 2020

Una luz en la oscuridad

Bastaría una sola intervención que se saliera de los lugares comunes (estereotipos, dogmatismos, prejuicios) para que la gresca pseudopolítica se redujera a su mínima expresión. Una intervención creativa, divergente, que rompa moldes, etiquetas, corsés... En la que predomine un enfoque dialógico, no de mantenimiento de bloques enquistados, perpetuamente enfrentados, sin atender a razones diferentes de las propias. Sí. Hay que romper esquemas y demostrar que se puede acabar con esta política patológica que lleva instalada en España desde la cruel salvajada de los atentados de 2004. Odio, discordia, oportunismo, sectarismo, ideologización hasta la náusea, narcisismo de las pequeñas diferencias, guerracivilismo, cainismo...
Si así fuere, durante unas horas, unos días, quizás, unas semanas experimentaríamos cómo de bien podríamos respirar (y vivir) si nos instaláramos --ya para siempre-- en el diálogo fraternal.
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