jueves, 20 de octubre de 2022

La única felicidad posible estriba en negar los dogmas vigentes porque son todos falsos.

Tengo un alma.

No puede no haber Dios.

La Tierra es el centro de la Creación.

Hay materia y Espíritu.

El ser humano no procede por selección natural de ninguna especie anterior.

El divorcio es una superstición.

El aborto es una abominación.

Solo hay un tipo de matrimonio. Lo demás es parodia del único verdadero.

Ninguna máquina artificial podrá nunca jamás pensar.

A efectos prácticos no hay diferencia entre quien niega a Dios (ateo), quien acepta que ese podría ser el caso (agnóstico) y al que el asunto le es indiferente.

El Vaticano y la Santa Sede (SS) están corrompidas hasta el tuétano. Son pura lepra, gangrena y pus.

Solo en el Cristianismo está la salvación. 

Ni progresismo, ni conservadurismo, ni liberalismo, ni revolución, ni contrarrevolución, ni reacción, ni izquierdas, ni derechas, ni centro.




lunes, 10 de octubre de 2022

Luis Buñuel y la Virgen María

 Vi de pronto a la Virgen Santísima inundada de luz que me tendía dulcemente las manos. Presencia fuerte, indiscutible. Ella me hablaba, a mí, siniestro descreído, con toda la ternura del mundo, con un fondo de música de Schubert que yo oía claramente (...) Me arrodillé, se me llenaron los ojos de lágrimas y me sentí de pronto inundado de fe, una fe vibrante e invencible. Cuando desperté, tardé dos o tres minutos en tranquilizarme. Medio dormido repetía: Sí, sí, Santa Virgen María, creo. El corazón me latía con fuerza (...) Yo me sentía, sencillamente, prendado, conmovido, extasiado. Sensación que he experimentado en numerosas ocasiones a lo largo de mi vida, y no solo en sueños.

Luis Buñuel: Mon dernier soupir. Traducción de Ana María de la Fuente, 1982.

martes, 4 de octubre de 2022

La revolución y la contrarrevolución

 El movimiento reaccionario o contrarrevolucionario mundial está adoptando lemas comunes y no por casualidad: Dios, patria, familia, libertad.

La garante de esos lemas ha sido --por muchos siglos-- la Iglesia católica.

La revolución está dirigida para desmontar su poder, pues, pero en varias fases:

1. El luteranismo socava su poder geopolítico pero no ataca ni a Dios, ni a la familia, ni a la patria ni a la libertad. Eso vendrá después.

2. La revolución de 1789 sí elimina a Dios y exalta al hombre, con astucia calculada, como nuevo dios. Además, aniquila a la Iglesia católica.

3. La revolución comunista de 1917 acaba de un modo criminal y despótico, con la libertad. Además, promueve, dando un paso más, el ateísmo militante y, junto con su gemelo el nazismo, aniquila la dignidad del hombre después de haber sido, falsamente, exaltada en la fase anterior.

4. El NOM o globalismo transhumanista quiere acabar, a su vez, con la patria y con la familia. Además, promueve falsos cultos al verdadero y único Dios (otra vuelta de tuerca para llegar al ateísmo práctico) y populismos pseudocomunistas o postcomunistas o transcomunistas contra la libertad individual y de conciencia.

La revolución es, por tanto, decidida y marcadamente anticatólica. Lo que hace, como quería Nietzsche, es darle la vuelta a todos los valores para imponer exactamente los valores contrarios o, digamos, antivalores. No es, sin embargo, creativa; pues no instala o crea nuevos valores sino que se limita a parasitar o pervertir los existentes. Por eso, a la larga, no tiene ningún futuro. Es solo muerte y destrucción.

Está a punto de lograr una victoria total. Porque los contrarrevolucionarios no tienen ninguna capacidad de restablecer el orden católico ya perdido para siempre.

No confundir catolicismo histórico con cristianismo. Pascal, Kierkegaard, Tolstoi y Weil no se pondrían nerviosos por esta payasada mundialista. Porque Jesucristo y el cristianismo son invencibles por ser eternos. Paciencia hasta que se acabe la última escaramuza.