lunes, 25 de junio de 2018

Estamos solos en el universo observable

Anders Sandberg, Eric Drexler and Toby Ord: Dissolving the Fermi Paradox.
arXiv:1806.02404v1 [phisics.pop-ph] 6 Jun 2018


La paradoja de Fermi surge si combinamos una, a priori, alta y extremadamente segura probabilidad de civilizaciones en nuestra galaxia con la ausencia de evidencia de su existencia. Esta paradoja es el resultado de aplicar un modelo tipo Drake usando determinadas estimaciones para los parámetros involucrados en la ecuación. Estas estimaciones, sin embargo, implícitamente hacen afirmaciones sobre los procesos (especialmente aquellos relacionados con el origen de la vida) que son insostenibles dado el estado actual de nuestro conocimiento. Cuando tomamos en cuenta de un modo realista la incertidumbre, reemplazando las estimaciones teóricas por distribuciones de probabilidad que reflejan la comprensión científica actual, no encontramos razón para confiar en que la galaxia (o el universo observable) contenga otras civilizaciones, y, por lo tanto, ya no encontramos nuestras observaciones en conflicto con nuestras probabilidades previas. Hemos encontrado resultados cualitativamente similares a través de dos métodos diferentes: utilizar las evaluaciones de los autores del conocimiento científico actual sobre los parámetros clave, y usar las estimaciones divergentes de estos parámetros en la literatura de astrobiología como un indicador de la incertidumbre científica actual. Cuando actualizamos estos datos encontramos una probabilidad sustancial de que estamos solos en nuestra galaxia, y tal vez incluso en nuestro universo observable (53% -99.6% y 39% -85% respectivamente). "¿Dónde están?", Probablemente muy lejos, y muy posiblemente más allá del horizonte cosmológico y siempre inalcanzable.

jueves, 7 de junio de 2018

Testimonio romano sobre el cristianismo. Año 115

Tácito, Anales XV, 44. Hacia el año 115.


«Pero ni con los medios humanos, ni con la generosidad del emperador o el aplacamiento de los dioses desaparecía la mala fama por la cual se creía que el incendio había sido provocado. Por ello, para acabar con el rumor, Nerón presentó como reos y sometió a refinados castigos a quienes, odiados por culpa de sus inmoralidades, la gente llamaba ‘cristianos’. El fundador de la secta, Cristo, había sido castigado con la muerte durante el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato, y la fatal superstición, momentáneamente reprimida, irrumpía de nuevo, no sólo en Judea, origen del mal, sino también en Roma, donde confluye y se celebra todo lo horrible y vergonzoso, provenga de donde provenga. De modo que, primero, fueron detenidos quienes confesaban; luego, gracias a su denuncia, una gran multitud fue declarada, junto a los primeros, convicta y confesa, no tanto bajo la acusación de incendio como por odio al género humano. A la hora de su muerte se recurrió además a burlas, de tal manera que, cubiertos con pieles de alimañas, perecían desgarrados por los perros, o bien, clavados a una cruz y, tras prendérseles fuego, eran quemados para ser usados como antorchas de noche cuando se iba el día. Nerón había ofrecido su jardín para este espectáculo, y celebraba unos juegos de circo mezclado con la plebe en traje de auriga o montado en un carro. De ahí que, aunque contra culpables y merecedores de la última pena, naciese la compasión, pues a todas luces no eran sacrificados en nombre de la utilidad pública sino por el sadismo de uno solo.»

Testimonio judío sobre Jesucristo en torno al año 95


Se llama Testimonio Flaviano a un pasaje de las Antigüedades de los judíos de Flavio Josefo (XVIII 2,2 = 63-64) en el que este historiador que escribe su obra hacia el 95 d. C. habla de Jesús. El texto, muy breve, es el siguiente: 
  
Por este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio (si es que es correcto llamarlo hombre, ya que fue un hacedor de milagros impactantes, un maestro para los hombres que reciben la verdad con gozo), y atrajo hacia él a muchos judíos (y a muchos gentiles además. Era el mesías). Y cuando Pilato, frente a la denuncia de aquellos que son los principales entre nosotros, lo había condenado a la cruz, aquellos que lo habían amado primero no le abandonaron (ya que se les apareció vivo nuevamente al tercer día, habiendo predicho esto y otras tantas maravillas sobre él los santos profetas). La tribu de los cristianos, llamados así por él, no ha cesado de crecer hasta este día. 


Antonio Piñero

miércoles, 6 de junio de 2018

Plinio y Trajano sobre los cristianos. Año 111


GAYO PLINIO SALUDA AL EMPERADOR TRAJANO (111-112)
1. Es costumbre para mí, mi señor, consultarte acerca de todas las cosas sobre las que dudo. ¿Quién, en efecto, puede guiar mejor mi irresolución o instruirme en lo que no sé? Jamás he participado en los procesos contra los cristianos: por ello, desconozco qué suele castigarse o perseguirse y hasta qué punto. 2. Y no he dudado poco si acaso se hace alguna distinción de edad o, por tiernos que sean, en nada difieren de los más robustos; si hay perdón para el arrepentimiento, o si el que fue completamente cristiano no obtiene alguna ventaja al haber dejado de serlo. Si se castiga el mero hecho de llamarse cristiano, en caso de que no se hayan cometido delitos, o si se castigan los delitos asociados a tal nombre.
Entretanto, esta es la norma que he seguido para con aquellos que hasta mí han sido traídos como cristianos. 3. A ellos mismos les pregunté si eran o no cristianos. A quienes confesaron que sí les pregunté una segunda y una tercera vez, con la amenaza de suplicio; ordené que se ejecutara a los que perseveraban. Yo no dudaba, en efecto, de que, al margen de lo que confesaran, debía castigarse la pertinacia y la obstinación cerrada. 4. Hubo otros de similar desvarío a los que apunté para que fueran enviados a Roma, ya que eran ciudadanos romanos. Poco después, como suele ocurrir, al extenderse la acusación por causa del mismo proceso, se dieron situaciones variadas.
5. Se hizo público un libro anónimo que contenía los nombres de muchas personas. Quienes negaban que eran cristianos o que lo hubieran sido, una vez que por medio de una fórmula mía imploraron a los dioses y suplicaron con incienso y vino a una imagen tuya que había ordenado colocar para este cometido, junto a unas figuras de los dioses, y una vez que, además, blasfemaron contra Cristo, cosas que dicen que no pueden ser obligados a hacer quienes en verdad son cristianos, consideré que podía dejarlos libres.
6. Otros, nombrados por un delator, declararon que eran cristianos y poco después lo negaron; dijeron que lo habían sido ciertamente, pero que habían dejado de serlo, algunos hacía ya tres años, otros ya muchos años antes, alguno incluso veinte. Asimismo, todos ellos adoraron una imagen tuya y las figuras de los dioses y, además, blasfemaron contra Cristo.
7. Aseguraban, asimismo, que toda su culpa o su error no había sido más, según ellos, que haber tenido por costumbre reunirse un día señalado antes del amanecer, cantar entre ellos, de manera alterna, en alabanza a Cristo como si fuera un dios, y comprometerse mediante juramento no a delinquir, sino a no robar, ni cometer pillajes ni adulterios, a no faltar a su palabra ni negarse a devolver un depósito cuando se les reclamara. También decían que, una vez realizados estos ritos, tenían por costumbre separarse y reunirse de nuevo para tomar el alimento, totalmente corriente e inocuo, pero que dejaron de hacerlo tras mi edicto, por el cual, según tus mandatos, había prohibido que hubiera asociaciones. 8. Así pues, creí aún más necesario inquirir también, mediante el tormento de dos esclavas que eran llamadas “ministras”, qué había de verdad. No encontré ninguna otra cosa más que una superstición depravada y desmesurada.
9. Por ello, aplazada la indagación, me he apresurado a consultarte. A mí me parece que se trata de una cuestión digna de consulta, sobre todo a causa del número de personas que corren peligro (de ser juzgadas). Hay mucha gente, en efecto, de todas las edades, de todas las condiciones y de ambos sexos incluso que son llamados a juicio y seguirán siendo llamados. Y el contagio de esta superstición no se ha extendido tan sólo por las ciudades, sino también por las aldeas y los campos; aún así, parece que puede detenerse y corregirse. 10. Sin embargo, hay suficiente constancia de que los templos, casi ya abandonados, han comenzado a frecuentarse, y que se vuelven a celebrar los sacrificios rituales, hace tiempo interrumpidos, y que se vende por todas partes la carne de las víctimas, para la que hasta ahora no se encontraban sino escasísimos compradores. De esto es fácil deducir qué cantidad de personas podría enmendarse si hubiera lugar para el arrepentimiento.
TRAJANO SALUDA A PLINIO
1. Has seguido el procedimiento que debías, mi querido Segundo, en el examen de las causas de los que ante ti han sido denunciados como cristianos. Y no es posible, en efecto, establecer para todos una norma general, como si ésta tuviera una aplicación determinada. No hay que perseguirlos; si se los denuncia y acusa, hay que castigarlos, pero quien haya negado ser cristiano y lo haya demostrado realmente, es decir, mediante la súplica a nuestros dioses, aunque hubiera sido sospechoso en el pasado, que obtenga el perdón por su arrepentimiento. 2. Sin embargo, los libros anónimos que circulan no deben tener cabida en acusación alguna, pues esto sirve de pésimo ejemplo y no es propio de nuestro tiempo.

Una información histórica sobre los cristianos en torno a 167


Un fragmento de LA MUERTE DE PEREGRINO de Luciano (165-85).
11: «Fue entonces, precisamente, cuando conoció la admirable doctrina de los cristianos, en ocasión de tratarse, en Palestina, con sus sacerdotes, y escribas. Y ¿qué os creéis? En poco tiempo les descubrió que todos ellos eran unos niños inocentes, y que él, sólo él, era el profeta, el sumo sacerdote, el jefe de sinagoga, todo en suma. Algunos libros sagrados él los anotaba y explicaba; otros los redactó él mismo. En una palabra, que lo tenían por un ser divino, se servían de él como legislador y le dirigían cartas como a su jefe. Todavía siguen adorando a aquel gran hombre que fue crucificado en Palestina por haber introducido entre los hombres esta nueva religión».
12: «Prendido por esta razón, Proteo fue a dar con sus huesos en la cárcel, cosa que le granjeó mayor aureola aún para las otras etapas de su vida y con vistas a la fama de milagrero que tanto anhelaba. Pues bien; tan pronto como estuvo preso, los cristianos, considerándolo una desgracia, movieron cielo y tierra por conseguir su libertad. Al fin, como esto era imposible, se procuró al menos proporcionarle cuidados y no precisamente al buen tuntún, sino con todo el interés del mundo. Y ya desde el alba podía verse a las puertas de la cárcel una verdadera multitud de ancianos, viudas y huérfanos e incluso los jerarcas de su secta dormían con él en la prisión, previo soborno de los guardianes. Luego eran introducidos toda clase de manjares, se pronunciaban discursos sagrados y el excelente Peregrino —pues todavía llevaba este nombre—era calificado por ellos de nuevo Sócrates».
13: «Es más: incluso desde ciertas ciudades de Asia llegaron enviados de las comunidades cristianas para socorrer, defender y consolar a nuestro hombre. Porque es increíble la rapidez que muestran tan pronto se divulga un hecho de este tipo. Y es que—para decirlo con pocas palabras—, no tiene bienes propios. Y ya tienes que va a parar a los bolsillos de Peregrino —procedente de manos de esas gentes— una gran suma de dinero en razón de su condena; con ello le ayudaron, y no poco, monetariamente. Y es que los infelices creen a pie juntillas que serán inmortales y que vivirán eternamente, por lo que desprecian la muerte e incluso muchos de ellos se entregan gozosos a ella. Además su fundador les convenció de que todos eran hermanos. Y así, desde el primer momento en que incurren en este delito reniegan de los dioses griegos y adoran en cambio a aquel filósofo crucificado y viven según sus preceptos. Por eso desprecian los bienes, que consideran de la comunidad, si bien han aceptado estos principios sin una completa certidumbre, pues si se les presenta un mago cualquiera, un hechicero, un hombre que sepa aprovecharse de las circunstancias, se enriquece en poco tiempo, dejando burlados a esos hombres tan sencillos»,
16: «Salió, pues, por segunda vez de su ciudad natal, dispuesto a recorrer mundo, con los cristianos como único sostén, gracias a cuya protección lo pasaba a lo grande. Y así vivió durante un tiempo. Más tarde, empero, y por haber cometido alguna falta contra ellos —se le vio, según creo, tomar alimentos prohibidos— hallose desamparado, falto de su protección y entonces pensó que no tenía más remedio que retractarse y reclamar los bienes a su ciudad; y, efectivamente, presentó un memorándum y exigió la entrega de los bienes por orden del emperador. Mas la ciudad envió a su vez también una embajada y aquél nada consiguió al fin, sino que se declaró que se atuviera a su primera decisión, ya que nadie le había obligado a ello».