La mente y la
ciencia -en cualquiera de sus formas históricas- tienen limitaciones
insuperables.
El estado de cosas
cósmico (materia, mente) exige una abducción definitiva: ha tenido que sufrir
una alteración pretérita que lo ha devaluado o degenerado.
Eso supone que
necesita curación, sanación profunda, rectificación y salvación, en definitiva.
Dios crea, se
revela y salva. La humanidad anda perdida, desorientada y muy equivocada en sus
creencias.
El estado de la
humanidad se rige por la ley del saldo cero. (El mito de Sísifo). Cualquier
acción humana lo que da, por un lado, lo quita por otro. Por eso no hay
progreso absoluto. (En todo caso, relativo.) Tampoco hay regreso absoluto, hay
regresiones relativas. Es un espacio intermedio entre el cielo y el infierno.
(El Purgatorio.) Cuando mejor estamos, surge algo que perjudica o abruma.
Cuando más perdidos estamos surge algo que salva.
La ciencia contemporánea es un gran fraude metafísico: no da nada de lo que promete. Exagera sus logros y nos deja sumidos aún más en la ignorancia de quiénes somos.
Este estado de
cosas tiene dos posibles explicaciones: el pecado original y la explicación
platónica de la edad de Cronos (la primitiva) y la edad de Zeus (la actual) ofrecida en El político.
La humanidad esta
caída, degenerada, con relación a su origen. Tuvo una edad de oro, un paraíso
terrenal, un jardín del Edén, un tiempo de Cronos.
La explicación de
Joseph de Maistre (1753-1821) es la siguiente: el mal existe en la Tierra. La
enfermedad moral produce la enfermedad física. Hay una analogía entre las
enfermedades y los crímenes. El pecado original lo explica todo. Sin él nada se
explica. Por eso tomar al salvaje por el hombre primitivo es un error. En todo
caso el salvaje es el descendiente de un hombre desgarrado por una
prevaricación previa. El salvaje no puede ser sino un ser degradado y
castigado.
El hombre está
sujeto a la ignorancia y al mal producidos por una degradación consecuencia de
un crimen. El mal lo ha corrompido todo. El hombre es una enfermedad. Algo ha
viciado al hombre en su esencia.
¿Quién puede creer
que el hombre haya salido en este estado de las manos del Creador? El espíritu
divino que existe en nosotros está sofocado. Hay una corrupción de origen y
universal. Somos seres degenerados. No hay dudas sobre la degradación ni sobre
la causa de la degradación. No puede ser más que un crimen primitivo. El estado
físico del mundo es el resultado de la caída y degradación del hombre que no
puede variar por la propia acción humana. El hombre no sabe lo que le conviene.
Rara vez un crimen deja de producir otro.
El hombre a pesar
de su degradación lleva señales de su origen divino. Tenemos ideas innatas,
independientes de la experiencia.
La ciencia actual
nos ha llevado a una profunda ignorancia (que se ignora) y al horror a la verdad.
Por tanto, no hay que creer en la ciencia sino en los principios anteriores,
evidentes, no derivados ni demostrables en los que se basa.
Hubo un orden que
se convirtió en desorden y que necesita una restauración. No hay progreso ni
evolución. Solo actualización de potencialidades (interiores y anteriores) a la
caída en el desorden.
La ciencia vigente
divide y no une. Por eso hay que fiarse solo de los genios que se guían de la
inspiración primigenia que los conecta con el hombre original. De los genios
que saben que lo que ignoramos es muchos más importante que lo que sabemos.
La creencia de que
el hombre se ha ido elevando gradualmente desde la barbarie hasta la ciencia y
la civilización es el error matriz de los últimos 500 años.
No podemos
explicar lo sobrenatural porque es lo sobrenatural lo que nos explica a
nosotros y nuestra situación.
Los expertos
científicos actuales lo único que hacen es proponer soluciones absurdas a
problemas incomprensibles o embarazosos. Los sabios europeos y occidentales han
hecho de la ciencia un monopolio y no quieren que se sepa más -o de otro modo-
que lo que ellos saben.
El cristianismo se
halla radicalmente destruido en toda Europa y occidente.
Y Horacio, Odas III, 6:
La generación de nuestrso padres, peor que la de nuestros abuelos, nos engendró a nosotros, más perversos aún, quienes habremos de procrear con el paso del tiempo una prole más viciosa todavía.
Traducción de Vicente Cristóbal.