¿Qué hay de nuevo?... Tiembla la tierra.
En La Haya, incuba la guerra.
Los reyes han terror profundo.
Huele a podrido en todo el mundo.
No hay aromas en Galaad.
Desembarcó el marqués de Sade
procedente de Seboím.
Cambia de curso el gulf-stream.
París se flagela a placer.
Un cometa va aparecer.
Se cumplen ya las profecías
del viejo monje Malaquías.
En la iglesia el diablo se esconde.
Ha parido una monja... (¿En dónde?...)
Barcelona ya no está bona
sino cuando la bomba sona...
China se corta la coleta.
Henry de Rothschild es poeta.
Madrid abomina la capa.
Ya no tiene eunucos el Papa.
Se organizará por un bill
la prostitución infantil.
La fe blanca se desvirtúa
y todo negro «continúa».
En alguna parte está listo
el palacio del Anticristo.
Se cambian comunicaciones
entre lesbianas y gitones.
Se anuncia que viene el Judío
Errante...¿Hay algo más, Dios mío?...
SANTIAGO AMÓN. ¿Qué relación media entre España y el
Apocalipsis?
JUAN LARREA. Una relación casi de identidad. En España se concreta geográficamente el finísterrae, y donde se da el fin de lo material comienza el más allá (el plus ultra) del espíritu. España es signo de trascendencia. Descubrió un nuevo mundo, en sentido material, y habrá de iluminar otro nuevo mundo de condición trascendente, a través de la palabra (del verbo) que traduce la voz del espíritu.
SANTIAGO AMÓN. ¿También nuestra guerra civil tuvo un signo apocalíptico?
JUAN LARREA. Por supuesto. Fue algo más que una guerra intestina promovida por ideologías políticas o intereses económicos. Fue ni más ni menos que la batalla entre el bien y el mal. Cuyo dramático resultado usted conoce. De aquí, y sólo de aquí, la tremenda conmoción que causó en todo el mundo. Ninguna otra guerra ha tenido semejante eco universal. Las cosas comienzan ahora a cambiar, por fortuna. En la actual situación española se está jugando el destino del mundo que culminará, no lo dude usted, con el triunfo del bien, con la iluminación del espíritu. España es tierra de profecía.
SANTIAGO AMÓN. ¿A dónde le ha conducido su camino?
JUAN LARREA. A aquella región del espíritu en que la vida y
la obra adquieren un sentido trascendental. Sin una visión de trascendencia, ni
la vida, ni la obra, ni nada, tiene valor. Mi poesía lírica de otros tiempos se
ha convertido en relato épico de la humanidad y del espíritu que la anima a
través, según dije, de lo que llamamos las circunstancias.
SANTIAGO AMÓN. ¿Sigue usted creyendo en el designio apocalíptico de España?
JUAN LARREA. Negarlo sería tanto como negar su historia y su propia geografía. Hasta su escudo, digan lo que digan los expertos en heráldica, se ve presidido y rodeado por el águila del Apocalipsis.