miércoles, 6 de junio de 2018

Una información histórica sobre los cristianos en torno a 167


Un fragmento de LA MUERTE DE PEREGRINO de Luciano (165-85).
11: «Fue entonces, precisamente, cuando conoció la admirable doctrina de los cristianos, en ocasión de tratarse, en Palestina, con sus sacerdotes, y escribas. Y ¿qué os creéis? En poco tiempo les descubrió que todos ellos eran unos niños inocentes, y que él, sólo él, era el profeta, el sumo sacerdote, el jefe de sinagoga, todo en suma. Algunos libros sagrados él los anotaba y explicaba; otros los redactó él mismo. En una palabra, que lo tenían por un ser divino, se servían de él como legislador y le dirigían cartas como a su jefe. Todavía siguen adorando a aquel gran hombre que fue crucificado en Palestina por haber introducido entre los hombres esta nueva religión».
12: «Prendido por esta razón, Proteo fue a dar con sus huesos en la cárcel, cosa que le granjeó mayor aureola aún para las otras etapas de su vida y con vistas a la fama de milagrero que tanto anhelaba. Pues bien; tan pronto como estuvo preso, los cristianos, considerándolo una desgracia, movieron cielo y tierra por conseguir su libertad. Al fin, como esto era imposible, se procuró al menos proporcionarle cuidados y no precisamente al buen tuntún, sino con todo el interés del mundo. Y ya desde el alba podía verse a las puertas de la cárcel una verdadera multitud de ancianos, viudas y huérfanos e incluso los jerarcas de su secta dormían con él en la prisión, previo soborno de los guardianes. Luego eran introducidos toda clase de manjares, se pronunciaban discursos sagrados y el excelente Peregrino —pues todavía llevaba este nombre—era calificado por ellos de nuevo Sócrates».
13: «Es más: incluso desde ciertas ciudades de Asia llegaron enviados de las comunidades cristianas para socorrer, defender y consolar a nuestro hombre. Porque es increíble la rapidez que muestran tan pronto se divulga un hecho de este tipo. Y es que—para decirlo con pocas palabras—, no tiene bienes propios. Y ya tienes que va a parar a los bolsillos de Peregrino —procedente de manos de esas gentes— una gran suma de dinero en razón de su condena; con ello le ayudaron, y no poco, monetariamente. Y es que los infelices creen a pie juntillas que serán inmortales y que vivirán eternamente, por lo que desprecian la muerte e incluso muchos de ellos se entregan gozosos a ella. Además su fundador les convenció de que todos eran hermanos. Y así, desde el primer momento en que incurren en este delito reniegan de los dioses griegos y adoran en cambio a aquel filósofo crucificado y viven según sus preceptos. Por eso desprecian los bienes, que consideran de la comunidad, si bien han aceptado estos principios sin una completa certidumbre, pues si se les presenta un mago cualquiera, un hechicero, un hombre que sepa aprovecharse de las circunstancias, se enriquece en poco tiempo, dejando burlados a esos hombres tan sencillos»,
16: «Salió, pues, por segunda vez de su ciudad natal, dispuesto a recorrer mundo, con los cristianos como único sostén, gracias a cuya protección lo pasaba a lo grande. Y así vivió durante un tiempo. Más tarde, empero, y por haber cometido alguna falta contra ellos —se le vio, según creo, tomar alimentos prohibidos— hallose desamparado, falto de su protección y entonces pensó que no tenía más remedio que retractarse y reclamar los bienes a su ciudad; y, efectivamente, presentó un memorándum y exigió la entrega de los bienes por orden del emperador. Mas la ciudad envió a su vez también una embajada y aquél nada consiguió al fin, sino que se declaró que se atuviera a su primera decisión, ya que nadie le había obligado a ello».

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