Esta es la tristísima historia de
F. I. Semmelweis, nacido en Budapest
en 1818 y muerto en Viena en 1865.
Tuvo un grandísimo corazón y un
gran genio para la medicina. Permanece, sin duda alguna, como el precursor
clínico de la antisepsia, ya que los métodos preconizados por él para evitar
la fiebre puerperal aún son, y siempre
lo serán, oportunos. Su obra es eterna.
Sin embargo, en su época fue completamente despreciada.
Hemos tratado de resaltar unas cuantas razones que puedan explicarnos un
poco la extraordinaria hostilidad que
sufrió. Pero todo no se explica con hechos, con ideas, con palabras. Existe,
además, todo lo que se ignora y todo
lo que jamás se sabrá.
Pasteur, con una luz más potente,
aclararía, cincuenta años después, la
verdad microbiana de manera irrefutable y total.
En cuanto a Semmelweis, parece
como que su descubrimiento sobrepasó
las fuerzas de su genio. Esta fue, quizá,
la causa profunda de todas sus desgracias.
Párrafo final de SEMMELWEIS, portentoso relato de L. F. Céline
Traducido por Juan García Hortelano
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