Algunos judíos creyeron que el ejército de Herodes había perecido por la
ira de Dios, sufriendo el condigno castigo por haber muerto a Juan, llamado el
Bautista. Herodes lo hizo matar, a pesar de ser un hombre justo que predicaba la
práctica de la virtud, incitando a vivir con justicia mutua y con piedad hacia
Dios, para así poder recibir el bautismo. Era con esta condición que Dios consideraba agradable el bautismo; se servían de él no para hacerse perdonar
ciertas faltas, sino para purificar el cuerpo, con tal que previamente el alma
hubiera sido purificada por la rectitud. Hombres de todos lados se habían
reunido con él, pues se entusiasmaban al oírlo hablar. Sin embargo, Herodes,
temeroso de que su gran autoridad indujera a los súbditos a rebelarse, pues el
pueblo parecía estar dispuesto a seguir sus consejos, consideró más seguro, antes
de que surgiera alguna novedad, quitarlo de en medio, de lo contrario quizá
tendría que arrepentirse más tarde, si se produjera alguna conjuración. Es así
como por estas sospechas de Herodes fue encarcelado y enviado a la fortaleza de
Maquero, de la que hemos hablado antes, y allí fue muerto. Los judíos creían
que en venganza de su muerte, fue derrotado el ejército de Herodes, queriendo Dios castigarlo. (Libro 18, capítulo 5, apartado 2.)
Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús, si es lícito
llamarlo hombre, porque realizó grandes milagros y fue maestro de aquellos
hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y muchos
gentiles. Era el Cristo. Delatado por los principales de los judíos, Pilatos lo
condenó a la crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de
hacerlo, porque se les apareció al tercer día resucitado; los profetas habían
anunciado éste y mil otros hechos maravillosos acerca de él. Desde entonces
hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos. (Libro 18, capítulo 3, apartado 3.)
Siendo Anán de este carácter, aprovechándose de la oportunidad, pues
Festo había fallecido y Albino todavía estaba en camino, reunió el sanedrín.
Llamó a juicio al hermano de Jesús que se llamó Cristo; su nombre era Jacobo,
y con él hizo comparecer a varios otros. Los acusó de ser infractores a la ley y
los condenó a ser apedreados. (Libro 20, capítulo 9, apartado 1.