Nell mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura,
ché la diritta via era smarrita.
0.
Lo mismo que el desarrollo individual no ocurre al azar, sino que está
regido por reglas, normas, principios, regularidades e, incluso, leyes podría
ser que el de la humanidad tomada como un solo ser (si eso es concebible de un
modo claro y distinto) también fuera conducido según ciertas leyes análogas -mutatis
mutandis- a las primeras.
Platón equipara la estructura del alma humana (tres instancias) a la del
estado o comunidad política.
¿Se podría equiparar, también, el alma individual con un venidero estado
mundial que amparara a toda la humanidad?
Y si eso fuera posible, ¿se puede equiparar el alma humana individual con
la misma humanidad en su conjunto?
¿Alma-estado-estado mundial-humanidad?
Platón considera el alma humana en su proceso de desarrollo individual
desde el nacimiento hasta la muerte. Y constata que atraviesa por diversas
fases o etapas.
¿Se puede comparar el desarrollo
individual con el proceso de desarrollo de la humanidad en su conjunto?
¿Ambos atraviesan -por analogía- las mismas etapas desde el nacimiento
hasta su consumación?
Nótese el salto: una cosa es un estado con su forma de gobierno y otra cosa
es la propia humanidad.
No estoy seguro de poder dar ese salto. Pero es preferible la probabilidad alta
de algo sugerente que la certidumbre absoluta de un saber trivial.
1.
Imaginemos por un momento que las etapas o fases por las que atraviesa cada
vida humana en particular fueran análogas -mutatis mutandis- a las está
siguiendo la humanidad en su conjunto, o sea, considerada esta como un solo
ser, si es que una cosa así fuera posible de imaginar.
Cada persona pasa por las siguientes etapas en el curso de su desarrollo
I.
Desde
al nacimiento hasta la aparición del habla. (2 años).
II.
Dominio
de un pensamiento no lógico. Mágico. Animista. Amoral. No se conoce la
distinción entre bien y mal. Egocentrismo
lúdico. (3 a 6 años.)
III. Surgimiento
de un pensamiento lógico. Moral heterónoma. Bien y Mal absoluto. Egocentrismo práctico.
(7 a 12 años.)
IV.
Emergencia
de un pensamiento abstracto. Autonomía moral. Egocentrismo racional. (13-18
años.)
V. Superación
de las anteriores formas de egocentrismo. Autodeterminación. Nuevas formas de
egocentrismo abstracto (19-24 años.)
VI. Se
rompe la uniformidad en el desarrollo. Hasta ahora todos cursaban del mismo
modo. Ahora, unos eligen lo dado y otros eligen la rebelión a lo establecido.
Tanto unos como otros de un modo convencional. (25-35.) Este periodo concluye
con la crisis de la mitad de la vida. Más acentuada en los rebeldes.
VII.
Periodo
dialéctico. Integración. Aceptación de la complementariedad de los contrarios.
(36-50 años.)
VIII. Periodo
de madurez. Comprensión de los límites. Se adquiere la ciencia del no saber.
(51-70 años.) Con esta fase se llega a la culminación de la existencia
personal.
El paradigma de persona completa de acuerdo con este esquema es Sócrates.
Murió a los setenta años.
2.
Si este esquema fuera verdad y si, además, pudiera servir de guía para
interpretar el momento evolutivo en el que está la humanidad tomada como un
todo, entonces, si eso es así, mi conjetura es que la humanidad está
concluyendo la fase VI y comienza a vislumbrar la fase VII.
Estamos afirmando que algo de mayor tamaño es similar a una cosa más
pequeña (La República, IV.) Y podría ser verdad lo contrario, esto es,
que la ontogénesis recapitulara la filogénesis (Freud, Piaget y otros.)
Los años no hay que tomarlos de un modo literal.
Por lo que respecta al “calendario” o cronología de la humanidad no puedo
tener ninguna certeza. Por ejemplo, un pensador de la talla de Kant consideraba
plausible que el nacimiento de Jesús hubiera tenido lugar en el 3983, según una
nota en El conflicto de las facultades:
70 meses apocalípticos (de los que hay cuatro en ese
ciclo), cada uno de 29 años y medio, dan 2.065 años. Descontando cada 49 años
el gran año sabático (de los que hay 42 en ese período), obtenemos el año 2023
como fecha exacta en la que Abraham abandonó las tierras de Canaán, que Dios le
había donado, en dirección a Egipto. Desde entonces hasta la ocupación de
aquellas tierras por los hijos de Israel transcurren 70 semanas apocalípticas
(= 490 años); multiplicando por cuatro esas semanas-años (= 1.960) y sumando
2.023, conforme al cálculo de P. Petau, hallamos el año del nacimiento de
Cristo (= 3983) con tanta exactitud que no falta ni un sólo año. Setenta
años más tarde la destrucción de Jerusalén (otra época mística). Bengel, sin
embargo, cifra el nacimiento de Cristo en el año 3939. Pero eso no
modifica para nada el carácter sacro del numerus septenarius. Pues el número de
años transcurridos desde la llamada de Dios a Abraham y el nacimiento de Cristo
es 1.960, lo que comporta 4 períodos apocalípticos de 490 años cada uno o, lo
que es igual, 40 períodos apocalípticos de 7 por 7 (= 49 años). Si de cada
periodo de cuarenta y nueve años se descuenta el gran año sabático y de éstos
el sabático mayor, que es el cuadringentésimo nonagésimo (44 en total), nos
resta 3.939. Por lo tanto, 3.983 y 3.939, las dos fechas asignadas al
nacimiento de Cristo, sólo se diferencian en el número de sabáticos descontados
al tiempo configurado por las cuatro grandes épocas. Según la tabla de Bengel,
la cronología de la historia sagrada sería ésta: 2023: promesa a Abraham de
poseer las tierras de Canaán; 2502: toma de posesión de las mismas; 2981:
consagración del primer templo; 3460: orden dada para la construcción del
segundo templo; 3939: nacimiento de Cristo. También el año del Diluvio
se deja calcular a priori. A saber: cuatro épocas de 490 años (= 7 × 7) suman
1.960. De los cuales, al descontar todos los séptimos (= 280), nos quedan
1.680. De estos 1.680 se descuentan a su vez los septuagésimos (= 24) y queda
entonces el 1656 como año del diluvio. También entre esta fecha y la llamada de
Dios a Abraham median 366 años completos, de los que uno es bisiesto.
Por mi parte, solo tengo pseudoargumentos -simbólicos, míticos, poéticos e
históricos- sin discernir de un modo claro y distinto unos de otros. Es decir, son
a modo de intuición, hénides que diría Otto Weininger.
En la cronología no contemplo la conjetura evolucionista ni con respecto a
la formación de las especies ni con respecto al presunto proceso de
hominización. Solo considero humanidad a un conjunto de seres dotados con todas
sus potencialidades físicas, cognitivas y espirituales como las que tenemos
ahora todos. Completas. Lo que queda es desarrollar ciertas potencialidades latentes
no manifestadas todavía.
De acuerdo con Kant, ahora estaríamos en torno al año 6000. En la mitad del
camino, creo. Tenemos, pues, otros 6000 años para “volver al Paraíso”.
Si este proceso se ha repetido un numero indefinido de veces (el eterno
retorno de lo mismo) es una posibilidad. Los estoicos así lo creían.
Estoy pensando en un ciclo de 12000 años. Me guío por Eliade que, en El
mito del eterno retorno, habla de este número. La unidad de medida del
ciclo más pequeño es el yuga, la edad. Un ciclo completo -mahayuga- se compone
de cuatro edades de duración desigual: la más larga aparece al principio y la
más corta al final. La primera edad dura 4000 años; la siguiente dura 3000 años;
la tercera dura 2000 años y la cuarta 1000 años. Cada edad o yuga tiene su
aurora y su crepúsculo para completar, así, los 12000 años.
Esto supondría que, si Jesús se manifestó en la transición entre etapa V y
VI de su desarrollo personal, la humanidad no estaba todavía en esa fase sino
en una anterior. La vida de Jesús fue quien impulsó a la humanidad a avanzar
por la senda de desarrollo mejor.
3.
De la primera etapa no sabemos nada. “Adán” estaba solo. Es el tiempo
anterior a la creación de “Eva”. (Génesis.)
La fase II se corresponde con la edad de oro, con el Paraíso. “Hombre y mujer
los creó”: Adán y Eva. (Génesis, Hesíodo.)
La fase III se corresponde con la expulsión del Paraíso al haber adquirido el
ser humano la ciencia del conocimiento del bien y del mal. Y, como dice Kafka,
no haber comido del árbol de la vida. (Génesis, Hesíodo, Timeo de Platón.)
La fase IV comienza con la integración del pensamiento griego y la
religiosidad hebreocristiana en una cosmovisión completa. (Pablo.)
La fase V es la creación de la civilización occidental fundamentada,
precisamente, en esa cosmovisión. Roma, Grecia, Catolicidad. (Agustín.)
La fase VI comienza con el otoño de la Edad Media (Huizinga) y el inicio de
un periodo revolucionario que ha culminado con la decadencia de la civilización
occidental (Burckhardt, Spengler, Guénon.)
Ahora estamos en la etapa final de este periodo y a punto de ingresar en la
deseada y ansiada fase VII. En ella se ha de crear una comunidad ética de
deberes, cumplidos según el espíritu de la ley moral universal que supera la
mera comunidad política de respeto externo (legalidad) de normas basadas,
principalmente, en derechos. (Kant: La religión dentro de los límites de la
mera razón.) En esta etapa se va a comprender que la marcha de la humanidad
debe “imitar” el desarrollo vital de aquellos que han culminado ya una vida
plena.
Dante creía que el año 1300, cuando comienza la Comedia, era la
mitad de un ciclo de 13000 años, es decir, que habían pasado 6500 años y
restaban otros tantos. En su egocentrismo radical creía que la mitad de su vida
se correspondía con la mitad de la vida de la humanidad entera. Pudo
equivocarse en 700 años, porque no debía de saber que la humanidad va por
detrás de sus mejores individuos.
Jesús comenzó su vida pública en el comienzo de la etapa que incluye la
crisis de la mitad de la vida. A diferencia de Sócrates, en cuanto hombre que
culminó su desarrollo personal, alcanzó este en un breve periodo de entre uno y
tres años. Es decir, las etapas VII y VIII las tuvo que completar de un modo
acelerado y traumático.
4.
Estoy afirmando que hay -y siempre ha habido- un desfase entre los mejores representantes
de la humanidad y la propia humanidad tomada, si eso fuera posible, como un
solo ser.
Es como si un Estado (La República, IV) fuera menos moderado, sabio,
valiente y justo que la minoría que lo rige que es las cuatro cosas a la vez.
En todo tiempo, la inmensa mayoría se divide entre los que van por detrás
de la edad general (rezagados) y los que están en sincronía con la edad general
(los adaptados). Solo una inmensa minoría (los adelantados a su tiempo) va por
delante uno o más niveles.
La humanidad como tal no progresa propiamente. Lo que hace es desarrollar
todas sus potencialidades escondidas desde el principio de su creación.
Desde el inicio el hombre estaba completo.
Tampoco hay decadencia. Lo que se llama decadencia son las crisis que
preceden al cambio de etapa. Toda etapa concluye con una crisis que permite un
salto hacia nuevas formas de humanidad.
Platón consideraba que el hombre concreto estaba constituido del mismo modo
que el Estado. (¿Ahora podemos decir que la propia humanidad?) Una parte
racional, otra irracional y otra que puede ayudar a la una o a la otra a
imponerse. Cuando en cada uno -o en la humanidad- triunfa la parte racional
entonces estamos en el camino de perfección.
La humanidad siempre va detrás, sufre un dramático décalage, con
respecto a sus más perfectos hijos que siempre se anticipan a lo que será en el
futuro la humanidad.
Jean Pierre Garnier Malet mantiene una teoría muy sugerente: La théorie
du dédoublement de l’espace et du temps. Tiene ecuaciones matemáticas muy
complejas. Pero a partir de ellas ha llegado a la conclusión de que estamos
viviendo el final de un ciclo que, ignorantes del desdoblamiento del tiempo,
puede volverse muy caótico. Sus ciclos son de 25920 años. (Yo me inclino en el
caso de la humanidad por la mitad de años.)
Podría decirse que se crean continuamente “futuros potenciales posibles” de
los cuales solo uno se hará realidad. Pues bien, las “mentes despiertas” pueden
entrar en contacto con ellos a través de ventanas temporales y pueden elegir el
mejor (o el más deseable o deseado.) A veces sin saberlo, de un modo
subliminal.
Esto puede explicar las premoniciones, las intuiciones, los saltos
afectivocognitivos, las comprensiones súbitas (insights) o el daimon
de Sócrates.
Y la inspiración de algunos artistas. Mozart (partía de un todo ya
configurado y luego le daba forma o desarrollaba, trabajando así desde el
futuro al presente); Beethoven (cuando escribía este fragmento, era
plenamente consciente de haber sido inspirado por Dios Todopoderoso, llegó
a decir); Mahler (una voz me llamó mientras dormía, escribió).
5.
En todas las especies animales la especie está por encima del individuo.
Por ejemplo, la especie mosca -como especie- tiene una mente más compleja que
la de cada una de las moscas por separado.
En la especie humana, no. La complejidad de cada miembro es similar a la
del conjunto de todos los individuos. Eso explica que la marcha de la humanidad
sea tan dificultosa y multivectorial. En resumidas cuentas, agónica.
El hecho de que sea posible elegir (por anticipación) entre todos los
futuros potenciales justifica la tremenda afirmación de Leibniz de que vivimos
en el mejor de los mundos posibles.
Cuando en Marcos (13, 35) se dice: no sabéis cuando llegará el dueño de la
casa
I.
si
al anochecer
II.
a
medianoche
III.
al
canto del gallo
IV.
o al
amanecer
puede entenderse como referido a cada uno o a toda la humanidad. El nuevo
día comienza al anochecer del anterior y se detallan cuatro fases. Por tanto,
como para Dios un día pueden ser miles de años, también puede referirse a las
edades de la humanidad.
A partir de la resurrección de Jesús, la llegada puede ocurrir en cualquier
edad. Dios no tiene por qué esperar a la última fase de nuestra andadura
histórica.
La humanidad como un solo ser ha de pasar por tres fases, al menos:
intelectiva-meditativa-contemplativa. Cuerpo-alma (psique)-espíritu (nous.)
Ahora, debe entrar en la intermedia.
El recorrido de las edades de la humanidad no sería ni lineal ni circular
sino helicoidal. Por eso acertó Hegel cuando señaló que la historia de la
humanidad no se repite.
Cada nueva fase es una octava más alta que la anterior. Por eso,
estrictamente hablando, no hay repetición.
El Hombre nace dos veces: primero, individualmente, y, luego, como
humanidad.
Tiene que atravesar (primero como yo y luego como nosotros)
lo mineral, lo vegetal, lo animal, lo humano hasta llegar a lo divino.
En cada una de sus fases la humanidad repite el ciclo conocido: va del oro,
a la plata, al bronce y al hierro (Hesíodo) para desde el hierro saltar al oro
de la siguiente fase.
La sensación de decadencia absoluta es engañosa debido a esa regla.
Los periodos de oro son muy breves. Los de hierro, por el contrario, muy
largos.
Al culminar la última etapa ya no habrá más ciclos. En la última fase
alcanzará su consumación.
La urdimbre de todos los desarrollos -tanto desde el punto de vista macro cuanto
del micro- parecen responder a una ley fractal. Lo pequeño reproduce lo grande
y lo grande reproduce lo pequeño de un modo continuo.
6.
Hay dos tipos de personas: los que tienen la mente dentro del cerebro y los
que tienen el cerebro dentro de la mente. En estos momentos la inmensa
mayoría está representada por los primeros. Los segundos son los que anticipan
la fase venidera. Han logrado invertir la dependencia neuronal. En ellos es el
cerebro el que está al servicio de la mente y no la mente al servicio del
cerebro como en los primeros.
Un ejemplo de los que anticipan el futuro es Kurt Gödel. Creía que el
mecanismo biológico vigente sería refutado: se descubrirá un teorema matemático que
establezca que la probabilidad de formar un cuerpo humano en un tiempo
geológico es (por las leyes físicas y partiendo de una distribución
azarosa de la materia) enormemente pequeño (relatado por Rebeca Goldstein.) Por
su parte, Thomas Nagel cuenta cómo le señaló a Gödel que ese dualismo extremo
que este defendía, según el cual el alma y el cuerpo poseen existencias
separadas y se unen en el nacimiento para separarse de nuevo en la muerte,
resultaba difícil de conciliar con el darwinismo. Gödel le respondió que no
creía en la teoría de la evolución. Es más: sentía animadversión por la teoría
de la evolución.
Nuestra raza humana es la quinta según el clasicismo griego. Esto quiere
decir que ha habido otras razas anteriores que han perecido. La nuestra es la
quinta y no sabemos si habrá una sexta. Pero las élites actuales eso no lo
saben. Están ofuscadas por lo que llaman conocimiento científico (materialista,
mecanicista y reduccionista) y son incapaces de situarse adecuadamente en el
marco temporal terrestre o cósmico. Por lo tanto, la gente vive en la más
absoluta ignorancia al ignorar todo lo que ignora.
Las pretensiones de la ciencia ortodoxa no cumplen la máxima de Hume:
afirmaciones extraordinarias (por ejemplo, el big bang) requieren
pruebas extraordinarias. Pretenden explicar lo desconocido por lo todavía más
desconocido.
No son capaces de distinguir todas las formas de interpretación existentes:
literal-alegórico-simbólico-espiritual-metafísico. O
materia-cerebro-mente-conciencia-alma.
No solo el universo es más raro de lo que suponemos, es más raro de lo que
podemos suponer (JBS Haldane.)
Los hechos que están delante de nosotros están lejos de ser los que más fácilmente
se disciernen (C.S. Peirce.)
A.C. Doyle lo expresó de
un modo genial: It is an old maxim of mine that when you have excluded the
impossible, whatever remains, however improbable, must be the truth.