martes, 28 de enero de 2025

Simone Weil (1909-1943). Un encuentro inesperado.

Entró en mi casa y dijo: Ven conmigo y te enseñaré cosas que ni siquiera te imaginas. Le seguí.

Me llevó a una iglesia. Me dijo: Arrodíllate con amor en este lugar, en este lugar en el que está la verdad. Obedecí.

Luego fuimos a una buhardilla. Me invitó a sentarme.

Comenzó a hablar.

Era finales de invierno. Se presentía ya la primavera.

Fueron varios días, pero no sé cuántos.

Sacaba un pan de un armario. Tenía el verdadero sabor del pan. Nunca he vuelto a encontrar ese sabor.

También tomábamos vino. Tenía el sabor del sol y de la tierra.

La dulzura del sueño caía sobre mí. Después me despertaba y bebía la luz del sol.

Hablamos de todo como hacen los viejos amigos.

Un día me dijo: Ya puedes irte en paz. Caí de rodillas y me abracé a sus pies. Caminé por las calles y al poco tiempo ya no sabía volver a aquella casa. Nunca he tratado de encontrarla.

Me acuerdo de todo lo que me dijo. Pero temo recordarlo mal.

En el fondo de mí no puedo dejar de pensar y sentir que, a pesar de todo, me ama. 

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