Geoffrey
Parker ha escrito un libro portentoso: El
siglo maldito. Ha conseguido explicar de un modo global -nada menos que-
todo el siglo XVII, desde oriente a occidente. Sostiene que ese siglo vivió “más
rebeliones y revoluciones que cualquier otro periodo comparable de la historia
del mundo”. Hubo una combinación de desastres naturales y humanos que
produjeron consecuencias duraderas y profundas. Lo extraordinario de su trabajo
es que parece haber encontrado la causa última de esa crisis global y
universal: el enfriamiento, la pequeña edad de hielo, que se abatió sobre la
tierra. Una inusual baja actividad solar, combinada con el fenómeno conocido
como El Niño y una alta actividad
volcánica pudieron producir un enfriamiento global que arrasó a un tercio de la
humanidad. Hambrunas, pestes, suicidios, infanticidios, migraciones masivas, disputas
dinásticas, rebeliones, guerras, destrucción, búsquedas de chivos expiatorios,
muerte, desolación… Su libro es una novedad absoluta en el campo de la historiografía.
Le ha llevado, desde que tuvo la intuición global de lo que quería hacer, 15
años terminarlo. El resultado es asombroso. Nadie antes que él había conseguido
un grado de integración y de explicación de un conjunto tan amplio de sucesos
históricos. Es ejemplar. Creo que ha instaurado un nuevo modo de hacer
historia. A partir de este estudio ya nada será igual. Quien quiera aspirar a
lo más alto en este campo, tendrá que leer el libro en profundidad, asimilarlo
y generalizar su método de hacer historia a nuevas realidades y datos.
Verdaderamente, lo estimo como un acontecimiento, uno de los tantos que se vienen
sucediendo en este bendito año 2013.
Otro
acontecimiento que me ha sido dado conocer es también deslumbrante. Un equipo
de investigadores de la Comunidad de Madrid ha conseguido enseñar a personas
ciegas a leer y escribir. Lo llaman visión táctil pasiva. Mediante el uso de
una sofisticada tecnología de última generación he visto -con mis propios ojos-
cómo niños ciegos pueden leer de corrido y escribir como los niños videntes.
Eso podría conducir a que pudieran prescindir sin ninguna dificultad del método
Braille, que exige una estimulación táctil activa. Además, como esta
estimulación táctil pasiva termina activando las áreas cerebrales de la visión,
que las personas ciegas no utilizan, algunos de ellos, tienen la experiencia subjetiva
de ver. Sienten que ven. Y, efectivamente, no es una metáfora: ven. Porque, realmente, el que ve
es el cerebro al reanalizar los datos que le llegan a través de los sentidos.
Da igual que vengan vía ojos que lo hagan vía piel de las manos o de cualquier otra
parte del cuerpo sensible a la estimulación táctil pasiva. Cuando tienes
ocasión de asistir a algo que parece imposible pero que es, al mismo tiempo,
real se experimenta un júbilo incomparable. Estos fenómenos en los que se producen
conjunciones entre lo real y lo imposible han sucedido -más de lo que es habitual- en
este año asombroso año 2013.
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