Entiendo y
apruebo los movimientos de rebelión que está produciendo esta crisis. Karl Kraus
(1874-1936) ya denunció a principio del siglo XX el fenómeno de la dictadura
del mundo financiero. Me gustaría que las nuevas generaciones supieran que para
realizarse en la vida no sólo cuenta el dinero. La vida es un esfuerzo digno de
mejor causa. Hay demasiada gente en el mundo que vive en condiciones miserables
y se acepta tranquilamente; es espeluznante. A la crisis financiera se suma la
crisis moral, esa incapacidad de mostrar sensibilidad hacia los demás, y tiene
consecuencias catastróficas. El principal problema de los medios de
comunicación es su falta de independencia. Kraus ya anticipó en 1899 el peligro
de que el poder económico, el político y el mediático estuvieran en las mismas
manos, y ahí están Rupert Murdoch o Berlusconi. Pero todavía quedan periodistas
honrados. Creo que lo más difícil es saber hasta qué punto la prensa refleja la
opinión pública o la crea. La prensa estadounidense más seria se dejó manipular
por el Gobierno para decir que había armas de destrucción masiva en Iraq y que
era necesaria una guerra. En las sociedades en las que vivimos, cada vez es más
difícil hacer esa distinción entre las necesidades esenciales y las que no lo
son. Nos proponen cosas por todas partes, los objetos nos estorban. Nos creamos
necesidades artificiales de las que somos cada vez más dependientes. Nos
rodeamos de obstáculos que paradójicamente nos impiden llevar una buena vida.
Déjeme que le cuente un cuento de Tolstói (1828-1910). (La historia de un campesino a quien el propietario le dice que le
regalará la tierra que sea capaz de recorrer en un día. El campesino corre y
corre. Cuando al final del día llega al punto del que había partido está tan
exhausto que muere de agotamiento. Al final ha obtenido la extensión de tierra
que necesitaba para poder yacer en ella.) Lo más esencial en mi vida es el
amor por las personas próximas, y de forma más general por el ser humano. No
resulta fácil amar a los seres humanos en general. Jonathan Swift, el autor de Los
viajes de Gulliver, dijo: "Amo a
X, a Y, a Z, pero no amo al hombre en general". A mí me ocurre lo
mismo. La humanidad sigue dando gente extraordinaria. Pero cada vez que creemos
haber superado un escollo decisivo volvemos a caer en él. Me sorprende el ansia asombrosa de dominarse los unos a los
otros. Renuncié a la Legión de Honor
(2010), una tentación de poder y éxito. No fue un sacrificio. A
los 20 años me tentó la carrera política, pero comprendí que no podría. Se
trata de un oficio en el que hay que mentir constantemente. Es el caso de los
partidos que están ahora en el poder en Europa; todos pretenden hacernos creer
que ellos tienen soluciones. Me cuesta mucho creer en la política. Ese
escepticismo en la política es un fenómeno muy peligroso. Existe la tentación
de volver a soluciones arcaicas, como el nacionalismo o el populismo, el
regreso de los egoísmos nacionales. El
nacionalismo ha sido el responsable de las peores catástrofes del
siglo XX, por eso siempre deseé un debilitamiento progresivo del sentimiento de
pertenencia nacional en provecho del de pertenencia a una comunidad mucho más
amplia, Europa, y más adelante el de pertenencia a la comunidad humana. Valoro
el placer de conocer y comprender. Y el de rebelarse contra los aspectos de la
realidad que son intolerables, algo muy cotidiano como es resistir a todos los
mecanismos de propaganda que nos moldean. La cualidad humana que más admiro es altruismo. Lo que más me
entristece es no haber sido capaz de ser más generoso, de amar a más personas.
Lo más triste es no ser mejor, tener más comprensión y compasión. Pienso en la
situación de África y me pregunto: ¿qué he hecho yo para ayudar? Hoy disponemos
de medios para hacerlo mejor, ser más equitativos. No sé hasta dónde llegará el
movimiento de los indignados, ese fenómeno inesperado. Creemos que
las nuevas generaciones han alcanzado un elevado nivel de resignación, pero
estamos viendo su capacidad de rebelarse. Me gusta la máxima de Epicteto: "No son las cosas las que turban a los hombres, sino la idea que
se hacen de ellas". Hay que estar dispuesto a trabajar seriamente en nuestro
mundo interior.
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