Todo Poder necesita su
Inquisición.
La visión católica sólo necesita
para sostenerse la verdad de una sola de sus principales proposiciones. La
anticatólica, en cambio, se desmorona con que sólo uno de sus dogmas sea falso. Por eso ejerce con mano de hierro
el control del pensamiento libre y crítico.
El Poder corrompe por igual al
que lo tiene y al que lucha por tenerlo.
Según Dante, la democracia, la
oligarquía y la tiranía son regímenes desviados. Tenía toda la razón.
Cuánta más gente apoya una
opinión más falsa es.
La sociedad actual es tan
dogmática como la sociedad a la que sustituyó. Lo curioso es que casi todos sus
dogmas son falsos. Y los que no lo son, ya estaban formulados en la anterior.
Llevamos ya 500 años presuntamente
liberados del pensamiento dogmático pero, nadie sabe el porqué, no salimos de
la caverna. Más bien parece que la caverna se ha cerrado más.
El Poder cada vez se blinda más. Es
más hermético, más oculto. Lo patológico ahora es no ser paranoico.
Todo lo nuevo nace viejo: es un
signo claro de decrepitud y de decadencia final.
A ver si algún teólogo
postconciliar nos explica por qué Jesús quería tanto a los pájaros, a los
lirios, a las higueras, a las ovejas, a los peces. Por qué nunca bebía agua
aunque tuviera sed. Por qué le gustaba tanto el vino y el cordero asado. Por
qué velaba las noches, le gustaba andar descalzo por el mar, se dormía en las
tormentas, hacía reír a los niños, enamoraba
a las mujeres, agradecía mucho los perfumes derramados y no podía ni ver
a fariseos, levitas, escribas, sacerdotes y autoridades en general.
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