Veamos los siguientes
problemas:
·
Juan está mirando a Ana. Ana está
mirando a Jorge. Juan está casado y Jorge no está casado. ¿Está mirando una
persona casada a una persona no casada?: A) Sí;
B) No; C) no se puede saber.
Generalmente,
todos elegimos la opción C, esto es, no se puede saber. ESA RESPUESTA ES ERRÓNEA.
·
En un lado del barco cuelga una escalera
con seis peldaños. Cada peldaño está a un pie del siguiente, y el peldaño inferior
se apoya sobre la superficie del agua. La marea sube a un ritmo de un pie por
hora. ¿Cuánto tiempo tardará el agua en alcanzar el peldaño superior? A) 5
horas; B) 6 horas; C) nunca.
Generalmente,
nadie elige la opción C, esto es, nunca. Y ESA ES LA RESPUESTA CORRECTA.
·
Un ciclista completa un circuito de
carreras de diez millas con una velocidad media de 10 millas / hora. ¿A qué velocidad debe
correr el ciclista en la segunda vuelta para alcanzar una velocidad media de 20
millas / hora en el conjunto de las dos vueltas?
Prácticamente nadie encuentra la solución
correcta, QUE NO ES 30.
¿Por qué estos problemas son tan difíciles? ¿Por qué
no desplegamos todas las posibilidades, única forma de dar con la solución
correcta? Nadie lo sabe. No hay que tener conocimientos especiales de nada para encontrar la respuesta adecuada. Y, sin embargo...
Da que pensar nuestra incapacidad para superar las situaciones engañosas.
Joseph de Maistre, Donoso Cortés y otros contrarrevolucionarios decían que no se puede entender la naturaleza humana sin tener en cuenta -en todos nuestros análisis de ella- las consecuencias del pecado original sobre aquélla. Esa es una explicación teológica. A ver si encontramos su correlato secular.
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