martes, 19 de marzo de 2019

Carl Gustav Jung y la Misa


Un ejemplo viviente del misterio escénico que representa la permanencia y la transformación de la vida es la misa. Si observamos al público durante el acto sagrado, podemos ver todos los grados, desde la mera y apática presencia hasta la más profunda emoción. Los grupos de hombres, que durante la misa están todos juntos cerca de la puerta de salida, charlando de temas perfectamente mundanos, santiguándose mecánicamente e hincando una rodilla, a pesar de su falta de atención participan en el acto sagrado por el mero hecho de estar presentes en el recinto lleno de gracia. En la misa, en un acto fuera del tiempo y del mundo, Cristo es sacrificado y resucita después en las substancias transformadas. El sacrificio ritual no es una repetición del hecho histórico sino el suceso primero y único, eterno. La experiencia de la misa es por eso una participación en una trascendencia de la vida que supera todas las barreras de espacio y tiempo. Es un momento de eternidad en el tiempo.


Tomado de Sobre el renacer
Extraído, a su vez, de Los arquetipos y el inconsciente colectivo

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