jueves, 23 de mayo de 2024

El guía interior según Marco Aurelio (121-180)


La filosofía en cuanto sabiduría consiste en preservar al guía interior de cada uno. (Daimon, genio, divinidad, duende, ángel.)

La divinidad se asienta en el interior. El dios que reside en cada uno es protector y guía. La divinidad habita en uno mismo y es propia y verdadera razón.

El guía interior concuerda con la Naturaleza. Hay que velar por su pureza divina. Las cosas humanas y divinas están trabadas íntimamente y dependen unas de otras.

El hombre excelente no perturba nunca al Dios que mora en él. Pues le es sumiso y disciplinado.

Retirarse en uno mismo es hacerlo a la propia alma. Recógete en ti mismo.

No hacer nunca nada contrario a mi Dios y Genio interior.

Vivir es convivir con los dioses.

A cada uno Dios le ha asignado un genio divino, protector y guía. Que es una fracción de sí mismo.

Hay que tener siempre presente a Dios gracias al guía interior. El te permite retornar a ti mismo.

Soy un compuesto de cuerpo (soma), alma (psyche) y espíritu (nous).

Quien es capaz de ver el presente lo ha visto todo. Por tanto, circunscribirse al momento presente.

Mi ciudad y mi patria son Madrid y España en tanto que Antonio. Pero en tanto que hombre, el mundo. Por eso es preciso amar al género humano (instruyéndolo o soportándolo.)

Lo que no beneficia al enjambre tampoco beneficia a la abeja.

Todo lo puedo hacer con la ayuda de mi guía interior.

Soy un miembro del sistema constituido por seres racionales. (Pablo dice que soy un miembro del Cuerpo Místico de Cristo.)

Mi guía interior dice que mi deber es ser bueno. Nada te puede dañar si no daña a tu guía interior. No hagas nada en detrimento del guía interior.

Que nada se infiltre en uno mismo de forma inadvertida.

No te dejes guiar por guías interiores ajenos. Hay que hacer lo que se corresponde con el propio.

Cava en tu interior. Allí está la fuente del bien: inagotable si no dejas de excavar.

Aprende a captar la naturaleza de los guías interiores de los demás. Así conocerás la verdadera esencia de cada uno.

Es posible viviendo así convertirse en un hombre divino y no ser reconocido por nadie. Pero ser libre, modesto, sociable y obediente a Dios.

La alegría verdadera es tener sano al propio guía interior. El guía interior es inexpugnable, refugio, ciudadela o reducto fortificado imposible de expugnar. (Teresa lo denominará Castillo interior.)

Si alguien pasa junto a una fuente clara y dulce y la insulta no por eso deja de brotar agua pura y cristalina. (Ni la rosa deja de ser hermosa porque nadie la elogie.) Alcancemos la fuente perenne.

Tenemos un guía interior soberano.

 

 

 

 

miércoles, 1 de mayo de 2024

Eric Voegelin (1901-1985)

 La victoria, a veces, oculta la derrota. Por ejemplo, en los últimos 500 años se ha producido un fenómeno extraño y difícil de explicar:

La división en el seno del cristianismo produjo las guerras de religión entre enemigos irreconciliables: católicos y protestantes.

Cuando se produjo el asalto revolucionario de los iluminados (regicidio y deicidio) los, antaño, enemigos se unieron para luchar contra la revolución.

Cuando el comunismo amenazaba a católicos, protestantes, laicos (ilustrados, liberales) todos, una vez más, se unieron para hacer frente a la nueva ideología.

Y, por último, cuando el nacionalsocialismo se enfrentó a todos ellos para imponer un nuevo orden ideológico, los antiguos enemigos se unieron para derrotarlo.

Y, atentos, no se me ocurre ninguna situación histórica que haga que católicos, protestantes, ilustrados, comunistas y nazis se pudieran unir contra un nuevo enemigo (ideológico) común.

Es, pues, el final de esta carnicería. Porque Toda ideología contiene una pizca de verdad. Pero no la verdad.

Somos unos pocos los que sabemos estas cosas. Y nos estamos muriendo.

Cada nueva conquista revolucionaria conllevaba una nueva y más desastrosa revolución. ¿Y así, eternamente? No.

Estamos a la espera de un nuevo comienzo lejos de toda ideología.

Profetas, filósofos y santos. Esto es lo que necesitamos para el nuevo comienzo.

Con todas estas ideologías todo ha funcionado siempre muy mal: por eso la sabiduría es también una meditación sobre los errores del pasado.

Nada puede cambiar a mejor apoyados en una ideología.

Mejor sería que los cambios sociales, en lugar de ser pendulares o revolucionarios, se atuvieran a la ley griega de la balanza. Necesitamos asentarnos en el ámbito inabarcable donde moran los dioses y los hombres.

Tenemos que analizar las ideologías basándonos en la filosofía griega clásica y cristiana.

Existe el mal. El mal moral y el religioso. No se puede luchar contra el mal solo con moralidad y humanidad.

Hay que resistir al mal. Para ello necesitamos nuevas personalidades religiosas. O en el marco institucional o, si no, fuera del marco institucional. (Salirse de la Iglesia y llenar las iglesias.)

La secularización extrema y el humanitarismo permitió el nacionalsocialismo antijudío y anticristiano.

(El antisemitismo es una forma disfrazada de anticristianismo, pensaba Freud en 1938, no antes.)

Hay que combatir una fuerza maligna, satánica que triunfa porque es atractiva: luciferina.

No tenemos una base común de lenguaje con los representantes de las ideologías dominantes. Viven en una segunda realidad (Musil). No en nuestra realidad común. Han corrompido el lenguaje.

La segunda realidad produce alienación, rechazo a percibir y deformaciones y aberraciones cognoscitivas.

Los ideólogos no consienten que se analicen sus premisas pues eso haría estallar sus sistemas aberrantes. Una parte de la realidad queda excluida y eso hace que sus sistemas sean falsos.

La filosofía es lo contrario a la filodoxia predominante. (Doxa es mera opinión.)

Todas niegan la tendencia inevitable hacia el fundamento divino de nuestra existencia. Esto es lo que los ideólogos excluyen. Ese es su truco.

Y eso es, precisamente, lo que los profetas de Israel, la filosofía griega (Platón y Aristóteles) y el cristianismo hicieron aflorar y dio lugar al nacimiento de la Razón. Ese momento es un Antes y un Después en la historia. Y no podemos tolerar que quieran acabar con ello. Solo podemos salir de -o evitar- la alienación o el rechazo de la realidad volviendo -o manteniéndonos- en el fundamento divino de nuestra existencia.

Ahora vivimos en un estado de desorden por el alejamiento del fundamento divino. Hay que crear un nuevo orden existencial (personal, social e histórico.)

Este alejamiento es voluntario. Y es una patología porque nos conduce a abandonar nuestra propia humanidad. Es una patología de orden social e histórico con consecuencias personales gravísimas. Es como negar la Razón en nombre de la propia Razón.

Ese momento histórico iluminó el hecho de que el hombre encuentra su verdadera naturaleza mediante el descubrimiento de su verdadera y auténtica relación con Dios. No es, pues, el hombre la medida de todas las cosas (Protágoras) sino Dios. En eso coinciden judíos, griegos y cristianos. Cualquier ataque a uno de esos pilares es un ataque a la totalidad. La verdad del hombre y la verdad de Dios son de un modo irreversible una.