martes, 18 de marzo de 2025

El mágico número 7

 

Los cambios en la vida personal se producen cada 7 años.

Desde el nacimiento hasta los 7 años se adquiere el uso de razón.

Desde los 7 a los 14 años se adquiere la capacidad de concebir lo imposible y lo no visible u oculto.

Desde los 14 a los 21 años se logra la autonomía personal.

Desde los 21 a los 28 años se elige, se opta, entre permanecer en la casa del “padre” o salir de la casa del “padre” a explorar nuevas posibilidades vitales.

Desde los 28 a los 35 años, independientemente de la elección anterior, se trabaja en un camino propio.

Desde los 35 a los 42 tiene lugar la crisis de la mitad de la vida. Los “pródigos” o retornan a la casa del “padre” o se ven abocados a profundos replanteamientos vitales. Los “fieles” también tienen que analizar todo lo que han perdido por su elección.

Desde los 42 a los 49 años todo son responsabilidades hacia el cuidado y la atención de los otros. No hay tiempo para uno. Se comprende eso de que todos somos responsables, por todo, ante todos, pero yo más que todos. (Levinas/Dostoievski)

Desde los 49 a los 56 años sobreviene la gran crisis de la madurez. La noche oscura del alma, a veces.

Desde los 56 a los 63 años se puede lograr la primera experiencia profunda de la serenidad. Es un don. Es una gracia. No se da con carácter general.

Desde los 63 a los 70 años deben poder producirse los primeros frutos de la madurez (otoñal.) En nuestra época esto es raro. ( En la tipología mística se ha completado el viaje interior.)

Desde los 70 a los 77 años comienza la preparación para una buena muerte cuyo modelo mejor sigue y seguirá siendo Sócrates.

 

martes, 4 de marzo de 2025

Paul Claudel (1868-1955). Ocurrió en Notre Dame de París.

 Un joven materialista sin ningún conocimiento de carácter religioso. Con una gran sensibilidad poética, sin embargo: Arthur Rimbaud hizo mella, previamente, en su cárcel materialista.

Pero los católicos le resultaban ridículos. No conocía a ninguna sacerdote. En su casa su hermana tenía una Biblia (protestante.)

El 25 de diciembre entra en Notre Dame de París.

El coro canta el Magnificat. (Pero él entonces no sabía nada de ese canto.)

Y entonces se produjo el hecho que dominó a partir de entonces toda su vida. En un instante su corazón fue tocado y creyó.

27 años después se avino a contar algo de lo sucedido. No todo:

Sufrí una conmoción de todo mi ser. Tuve de repente un sentimiento de la inocencia, una revelación inefable. Cuando intento reconstruir los minutos que siguieron a ese instante extraordinario reconozco un único rayo. Rompí a llorar y a sollozar, y el canto adorable del Adeste contribuyó a mi conmoción. Experimenté también un sentimiento de terror, de espanto. Como dice Rimbaud: la lucha espiritual es tan brutal como la pelea a muerte entre los hombres.

¿Qué me importaba todo el mundo comparado con este ser maravilloso que se me había revelado en un instante?

Había escuchado una voz dulce que no dejaría de resonar desde ese momento dentro de mí.

Se despertó mi alma. Se despertaron mis facultades poéticas sepultadas por mis prejuicios y mis miedos infantiles. Por fin volvía a respirar y la vida penetraba por todos mis poros.

Un relámpago que trastorna, un instante que no acaba, una flecha que hiere y cura, una conmoción cierta, segura, irreversible. Una mutación general de toda la personalidad.

Como Pablo, Agustín, Pascal.

Como Simone Weil, Manuel García Morente, Bob Dylan.