jueves, 26 de marzo de 2015

Intuición antes de accidentes

Un grupo de matemáticos rusos aseguran que en cualquier catástrofe aérea, marítima o ferroviaria siempre hay supervivientes: los que por una u otra razón devolvieron los billetes o llegaron tarde y perdieron el tren, el barco o el avión accidentad. Valeri Isákov, el líder de la investigación, comunica que el análisis de un gran número de eventos de este tipo reveló que en todo el mundo existe una cierta anomalía estadística: los trayectos accidentados siempre van menos llenos de lo normal. Detalla que durante los últimos 20 años, el número de pasajeros que devolvieron los billetes para vuelos que luego sufrieron un siniestro fue un 18% más alto que en los casos de los vuelos que se realizaron sin problemas.
No han sido los primeros en desarrollar esta teoría. El sociólogo estadounidense James Staunton ya en 1958 analizó más de 200 catástrofes ferroviarias de los anteriores 30 años. Descubrió que los trenes accidentados tenían ocupados un 61% de los asientos, mientras que los "bienaventurados" solían contar con, al mínimo, el 76%. Una diferencia de 15%.
 El famoso autor de novelas de terror Stephen King, en su época, hizo una llamada a la compañía aérea cuyo avión se había accidentado en su ruta entre Denver y Boston (EE. UU.). Allí le dijeron que 16 pasajeros habían devuelto sus billetes antes del vuelo y tres más llegaron tarde. Sin embargo, la cifra habitual no suele superar los 10 billetes devueltos y casi nunca nadie llega tarde.
King planteó una hipótesis muy particular. Comentó que, a veces, a la gente se le despierta “el sistema inconsciente de alarma”. Detalló que nuestros antecedentes lejanos lo tenían muy desarrollado y eso les permitía evitar muchas amenazas, como convertirse en la cena de algún tigre de dientes de sable, por ejemplo. Pero poco a poco, el sistema se ha ido atrofiando por no ser tan necesario ya. Sin embargo, de vez en cuando sigue revelándose en forma de intuición.

No he podido leer los artículos originales de Isakov y Staunton. Por lo que esta información hay que tomarla con mucha cautela. (ACI)

viernes, 20 de marzo de 2015

Las metáforas promueven la comprensión de los estados emocionales ajenos

Tres experimentos muestran que leer metáforas  mejora  el rendimiento en el test de la lectura de la mente a través de la mirada (RMET), con respecto a la lectura de frases literales. El RMET evalúa la teoría de la mente de primer orden. En cada experimento los participantes leyeron frases metafóricas o literales en diferentes contextos y después completaron una –aparentemente--  tarea sin relación: el RMET. En el Experimento 1, se presentaron a los participantes frases metafóricas o literales en contextos discursivos cortos y se les hicieron preguntas sobre los personajes de la historias. En el contexto metafórico los personajes fueron calificados como teniendo una relación más estrecha. A medida que se perciben los personajes como más íntimos en la condición de metáfora, más alta es la puntuación en el RMET. En el experimento 2, se crearon contextos ficticios mediante frases literales o metafóricas. Esta tarea de escritura fue seguida por la administración del RMET. Los participantes que crearon contextos para las metáforas puntuaron significativamente más alto en el RMET. En el experimento 3, los participantes leían metáforas o frases literales sin ninguna contextualización. Una vez más, los participantes lograron mejores resultados en el RMET después de leer metáforas. Análisis adicionales revelan que las metáforas, se asociaron con una sensación de intimidad entre interlocutores (Experimento 1), con la presencia de palabras afectivas en el contexto creado (Experimento 2), y con un ser humano (Experimento 3).

En este enlace puede uno administrarse el test


Andrea Bowes & Albert Katz: Metaphor creates intimacy and temporarily enhances theory of mind. 

martes, 3 de marzo de 2015

La caza de la sabiduría mediante el no saber

Al entrar en el primer campo dirijo mi atención al modo en que el incomprensible es captado de modo incomprensible.
No es posible en efecto que se conozca lo que antecede al poder-ser-hecho (posse fieri)
Así pues, cuanto mejor supiere alguien que esto no se puede saber, tanto más docto es.
Los filósofos (…) llevaron a cabo trabajos inútiles, porque no penetraron en el campo de la docta ignorancia. Platón (...) dijo que se admiraría si Dios pudiera ser encontrado, y que se admiraría más si, una vez encontrado, pudiera ser comunicado.
Dios no es ninguna cosa que sea demostrada.
Los filósofos (…) consideraban que no se encuentra a Dios antes de la diferencia de los opuestos contradictorios. Se mantuvieron  en el ámbito de aquel principio según el cual: “cada cosa es o no es”, no le buscaron a Él, que es más antiguo también que aquel principio y que excede el ámbito del mismo…
Pues no es Dios quien se opone a cosa alguna, puesto que es anterior a toda diferencia de opuestos.
Las negaciones (…) son más verdaderas que las afirmaciones.
Dionisio decía con razón que de Dios se deben afirmar y negar simultáneamente determinaciones opuestas (...)  Aunque esto les parezca absurdo a los filósofos que se adhieren al principio de que “cada cosa es o no es”.
Lo no-otro antecede a lo otro.
Lo que antecede a toda intelección sólo se puede comprender por la mente humana de modo incomprensible.
La sabiduría es un límite que no tiene límite alguno. La mente humana, que es imagen de la mente absoluta (…) es a su modo un límite sin límite.
El hombre, conociendo que entiende, entiende que existe en él el entendimiento, sin entender sin embargo qué es el entendimiento.
No sabemos todas las cosas que el hombre puede saber (...) El poder llegar a ser del hombre no está de ningún modo desarrollado ni llevado a su límite en cada uno.
En Él los contrarios se revelan como verdaderos en cuanto que están mutuamente conjuntados (…) Está privado de todo (…) Es sabido tanto mediante la ciencia como mediante la ignorancia (…) Más aún, el conocimiento más divino de Dios acaece mediante la ignorancia. (Cita de Dionisio en cursiva).

Pero esta búsqueda nuestra de la sabiduría inefable, que precede a quien impone los nombres y a todo lo nombrable, se encuentra más en el silencio y la contemplación que en la locuacidad y la escucha.

Nicolás de Cusa, La caza de la sabiduría. (Traducción de Mariano Álvarez)