Bratman,
Hamilton, Hahn, Daily y Gross (PNAS, July 14, 2015, 112, 28, 8567-8572) han
conseguido reducir la rumiación de los pensamientos en un grupo de 19 personas,
simplemente, proponiéndoles un paseo por la naturaleza de 90 minutos. El grupo
de control, también formado por 19 personas, que paseó por un medio urbano,
también 90 minutos, no experimentó ninguna reducción en la rumiación de los
pensamientos. La escala con la que midieron la rumiación consta de 12 ítems.
1. Mi atención se centra a menudo en aspectos de mí
mismo que me gustaría detener.
2. Siempre me parece estar volviendo a “freir” en mi
mente cosas recientes que he dicho
o hecho.
3. A veces es difícil para mí deshacerme de pensamientos acerca de mí mismo.
4. Mucho después de una discusión o desacuerdo, mis
pensamientos retornan a lo sucedido.
5. Tiendo a " rumiar " o a insistir sobre
las cosas que me pasan mucho tiempo después de ocurridas.
6. No pierdo tiempo repensando cosas
pasadas.
7. A menudo estoy juzgando de nuevo cómo actué en
una situación pasada.
8. A menudo me encuentro a mí mismo volviendo a evaluar
algo que he hecho.
9. Nunca rumio o me complazco en mí mismo
durante mucho tiempo.
10. Es fácil para mí poner los
pensamientos no deseados fuera de mi mente.
11. A menudo reflexiono sobre episodios de mi vida que
no deberían preocuparme.
12. Dedico una gran cantidad de tiempo a pensar
sobre momentos embarazosos o decepcionantes.
Además,
tomaron medidas de la activación de una zona del cerebro (la corteza prefrontal
subgenual) relacionada con la depresión, la tristeza y los pensamientos
negativos. Pues bien, los que habían dado el paseo por la naturaleza
experimentaron una reducción --claramente significativa-- en la actividad
neuronal en esa parte del cerebro. Los que pasearon por la ciudad, en cambio,
no vieron reducida la actividad neuronal de esa zona prefrontal. ¿Experimentar la
naturaleza beneficia nuestro funcionamiento cognitivo y nuestro estado de
ánimo?
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