jueves, 23 de julio de 2015

Carlos Germán Belli (Lima, 1927)

La discapacidad de mi hermano Alfonso y las limitaciones mías son seguramente secuelas del destino que nos ha tocado a cada cual, el norte que nos ha tocado en nuestro discurrir por la tierra. La situación de mi hermano me ha servido para encontrar mi destino, evidentemente como hermano, y el destino como escritor, pues he cultivado una y otra vez el tema del amor fraterno.
La divinidad ha estado siempre presente en mi vida. Desde muy joven he profesado esa fe religiosa, la cual se ha enriquecido, aumentado con el andar del tiempo. En este momento pienso que dentro del parnaso peruano yo me acerco, en cuanto a la presencia de la divinidad, a Vallejo. Creo que en el fondo es un poeta de fe religiosa. No sé si en “Poemas humanos”, pero sí en sus primeras obras. Igualmente, Martín Adán, que es un poeta de una generación anterior a la mía. Estoy al lado de ellos, no me encuentro solitario en cuanto a nuestra fe en lo sobrenatural. Y me estaba olvidando de Eguren, cuya devoción por el misterio es emblemática. No sé si lo que me ha llevado a esta devoción es el miedo de vivir o el miedo de morir, pero, sea lo que fuere, creo en un más allá.
Incluso a través de los sentidos se puede vislumbrar la divinidad, se puede vislumbrar lo sobrenatural. Eso nos lo señala el tantrismo, esa corriente religiosa, en su idea de la conjunción de la divinidad con el eros, con el amor. Es el amor lo que nos conduce a lo divino. En consecuencia es desde el plano sensorial hacia el mundo misterioso. ¿Ese pasaje lo realiza la poesía? Puede ser el amor, o puede ser la escritura poética.
La asunción del mundo mitológico grecolatino es a través de los poetas de los siglos de oro españoles. Un descubrimiento y una asimilación simple, de lector sencillo, y esta asimilación me lleva a buscar que los mitos a los que me acerco estén junto a las ideas religiosas del cristianismo, de la cultura judeocristiana. En este momento se me viene a la memoria un poema que he escrito en los últimos tiempos, dedicado a Higia, diosa de la salud. Una deidad griega que en el santoral cristiano, hasta donde tengo noticias, no tiene equivalente. Higia es una diosa específica de la salud humana. Entonces la asumí, la asimilé a mi imaginario. Comparto los mitos, de un modo simple, sencillo, los mitos grecolatinos con las ideas de nuestra cultura judeocristiana.

Siempre estoy pensando en el misterio, en el enigma. Creo que es un estímulo, una fuerza que me afinca en la página en blanco, en la escritura. El misterio es como un imán. Por ello mi identificación con Eguren, cuyo lema era: “Siempre a lo desconocido”, y por ello me identifico con él, en ese sentido de tratar de vislumbrar lo desconocido.

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