“A la victoria del
primer día [en el cruce del Ebro por el ejército republicano] se mezcla la
traición de los separatistas de la Generalitat”, clama un Negrín decidido a aniquilarlos,
“no estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un
separatismo estúpido y pueblerino. De ninguna manera. Estoy haciendo la guerra por España y
para España. Por su grandeza y para su grandeza. Se equivocan gravemente
los que otra cosa supongan. No hay más que una nación: ¡España! No se puede consentir
esta sorda y persistente campaña separatista,
y tiene que ser cortada de raíz. Nadie se interesa tanto como yo por las
peculiaridades de su tierra; amo entrañablemente todas las que se refieren
a Canarias y no desprecio sino que exalto las que poseen otras
regiones, pero
por encima de todas esas peculiaridades, España”.
“El que se oponga a la política de
unidad nacional debe ser cesado de su puesto fulminantemente. Antes
de consentir campañas nacionalistas que nos lleven a desmembraciones, que de
ningún modo admito, cedería
el paso a Franco sin otra condición de la que se desprendiese de alemanes e
italianos. En punto a la integridad de
España soy irreductible y la defenderé de los de afuera y de los de adentro. Mi
posición es absoluta y no consiente disminución”.
En este tema, los dos presidentes eran
irreductibles y así lo expresaba Azaña: "Yo nunca he sido
patriotero. Pero ante estas cosas me indigno. Y si esas gentes
van a descuartizar a España, prefiero a Franco. Con Franco ya nos entenderíamos
nosotros, o nuestros hijos o quien fuere. Pero esos hombres son inaguantables.
Acabarían por dar la razón a Franco. Y mientras, venga poderes, dinero y más
dinero".
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