viernes, 14 de diciembre de 2018

¡Xammar y Pla entrevistaron a Hitler en 1923!


- ¿Españoles, eh? Dos españoles. – Vamos juntos Josep Pla y yo  –. Muy bien, muy bien. Dos españoles…
Nosotros le dejamos hablar.
- Los españoles en Baviera tienen todas las puertas abiertas. Son los únicos extranjeros que pueden decirlo. Por los demás extranjeros profesamos muy poca simpatía. No los necesitamos ni los queremos, y en Múnich, gracias a Dios, se puede decir que ya no quedan. La mayor parte de los extranjeros que van por el mundo son judíos: ¿comprende? No hay que fiarse. Italianos, ingleses, rumanos, holandeses…, cada cual con su pasaporte. ¡Permítame que me ría! Todos judíos. Hace unos cuantos meses, pasearse por las calles de Múnich con cara de extranjero era peligroso, se lo confieso. La juventud estaba muy excitada y los garrotazos eran frecuentes. Usted mismo, con la nariz que tiene, no se habría escapado. De todos modos, declarando que  era español, después del primer trompazo, nadie le hubiera propinado el segundo.
Hitler se ríe, y yo también, pero no tan a gusto como él.
- Era necesario, imprescindible – sigue diciendo, sin para un segundo -, y todavía no hemos llegado a donde nos dirigimos. Ahora bien, ¿acaso vamos a llegar? Puede contar con ello. La cuestión judía es un cáncer que roe el organismo nacional germánico. Un cáncer político y social. Afortunadamente, los canceres políticos y sociales no son una enfermedad incurable. Tenemos la extirpación. Si queremos que Alemania viva, debemos eliminar a los judíos…
- ¿A garrotazos?
- Ojala, si no hubiera tantos. El pogromo (asalto a las juderías con matanza de sus habitantes) es una gran cosa, pero hoy por hoy ha perdido buena parte de su eficacia medieval. En la Edad Media no había problemas nacionales judíos. Solo había una serie de problemas locales o municipales, y el pogromo era un método adecuado y suficiente para resolverlos. Pero ahora las cosas han cambiado. ¿Qué ganaríamos con a apalear a la población judía de Múnich si en el resto de Alemania los judíos continuaran siendo, como ahora, los dueños del dinero y de la política? En toda Alemania hay más de un millón de judíos. ¿Qué quiere hacer? ¿Los quiere matar a todos en una noche? Sería la gran solución, evidentemente, y si eso pudiera ocurrir la salvación de Alemania estaría asegurada. Pero no es posible. Lo he estudiado de todas las maneras y no es posible. El mundo se nos echaría encima, en lugar de darnos las gracias, que es lo que debería hacer. El mundo  no ha comprendido la importancia de la cuestión judía por la sencillísima razón de que el mundo está dominado por los judíos. ¿Lo va viendo claro, ahora? La cuestión judía es una cadena. Alemania, sino quiere morir, debe romper esta cadena. ¿Cómo? ¿De qué modo? Ya hemos visto que el pogromo no era posible. No queda sino la expulsión: la expulsión en masa. Con la expulsión de los judíos hace más de cuatro siglos, España…
- ¿Cree usted que hizo un bien negocio?
- Le agradecería que me dejara hablar. España hizo un negocio desastroso. Pero ¿por qué? ¿Me quiere decir por qué? Los Reyes Católicos, permítame que se lo diga, no comprendieron el problema judío. Creyeron que era un problema religioso y dieron a los judíos el derecho de permanecer en España si se convertían al catolicismo. Se convirtieron más de la mitad. ¿Lo entiende? ¡Más de la mitad! Naturalmente.
- El problema judío, entérese de una vez por todas, no es religioso. Es un problema de raza. El modo de resolverlo es la expulsión. Pero la expulsión rigurosa de todos cuantos sean de raza judía, tanto los practicantes  como los indiferentes y conversos. En Baviera las expulsiones de judíos ya han empezado, pero con timidez. Von Kahr expulsa, poco a poco, a todos los judíos que no son ciudadanos bávaros. Es muy poca cosa, pero hay que reconocer que no puede hacer más. Von Kahr tiene las manos atadas.
- ¿Por quién, si se puede saber?
- Se va a quedar de piedra, el defensor principal de los judíos en Baviera es el arzobispo de Múnich, el cardenal Faulhaber. Un gran hombre, sabio, virtuoso, nacionalista y monárquico. Pero cardenal: ¿comprende? Cardenal y arzobispo, y por tanto obligado a ejecutar las órdenes del Vaticano, es decir de los judíos. El Vaticano es el centro de las intrigas internacionales judías contra la liberación de la raza germánica. A nosotros esto  nos consta positivamente, y, si le pudiera explicar todo lo que sé, vería visiones.

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