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¿Españoles, eh? Dos españoles. – Vamos juntos Josep Pla y yo –. Muy bien, muy bien. Dos españoles…
Nosotros le dejamos
hablar.
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Los españoles en Baviera tienen todas las puertas abiertas. Son los únicos
extranjeros que pueden decirlo. Por los demás extranjeros profesamos muy poca
simpatía. No los necesitamos ni los queremos, y en Múnich, gracias a Dios, se
puede decir que ya no quedan. La mayor parte de los extranjeros que van por el
mundo son judíos: ¿comprende? No hay que fiarse. Italianos, ingleses, rumanos,
holandeses…, cada cual con su pasaporte. ¡Permítame que me ría! Todos judíos.
Hace unos cuantos meses, pasearse por las calles de Múnich con cara de
extranjero era peligroso, se lo confieso. La juventud estaba muy excitada y los
garrotazos eran frecuentes. Usted mismo, con la nariz que tiene, no se habría
escapado. De todos modos, declarando que
era español, después del primer trompazo, nadie le hubiera propinado el
segundo.
Hitler se ríe, y yo
también, pero no tan a gusto como él.
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Era necesario, imprescindible – sigue diciendo, sin para un segundo -, y
todavía no hemos llegado a donde nos dirigimos. Ahora bien, ¿acaso vamos a
llegar? Puede contar con ello. La cuestión judía es un cáncer que roe el
organismo nacional germánico. Un cáncer político y social. Afortunadamente, los
canceres políticos y sociales no son una enfermedad incurable. Tenemos la
extirpación. Si queremos que Alemania viva, debemos eliminar a los judíos…
- ¿A garrotazos?
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Ojala, si no hubiera tantos. El pogromo (asalto a las juderías con matanza de
sus habitantes) es una gran cosa, pero hoy por hoy ha perdido buena parte de su
eficacia medieval. En la Edad Media no había problemas nacionales judíos. Solo
había una serie de problemas locales o municipales, y el pogromo era un método
adecuado y suficiente para resolverlos. Pero ahora las cosas han cambiado. ¿Qué
ganaríamos con a apalear a la población judía de Múnich si en el resto de
Alemania los judíos continuaran siendo, como ahora, los dueños del dinero y de
la política? En toda Alemania hay más de un millón de judíos. ¿Qué quiere
hacer? ¿Los quiere matar a todos en una noche? Sería la gran solución,
evidentemente, y si eso pudiera ocurrir la salvación de Alemania estaría
asegurada. Pero no es posible. Lo he estudiado de todas las maneras y no es
posible. El mundo se nos echaría encima, en lugar de darnos las gracias, que es
lo que debería hacer. El mundo no ha
comprendido la importancia de la cuestión judía por la sencillísima razón de
que el mundo está dominado por los judíos. ¿Lo va viendo claro, ahora? La
cuestión judía es una cadena. Alemania, sino quiere morir, debe romper esta
cadena. ¿Cómo? ¿De qué modo? Ya hemos visto que el pogromo no era posible. No
queda sino la expulsión: la expulsión en masa. Con la expulsión de los judíos
hace más de cuatro siglos, España…
- ¿Cree usted que hizo
un bien negocio?
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Le agradecería que me dejara hablar. España hizo un negocio desastroso. Pero
¿por qué? ¿Me quiere decir por qué? Los Reyes Católicos, permítame que se lo diga,
no comprendieron el problema judío. Creyeron que era un problema religioso y
dieron a los judíos el derecho de permanecer en España si se convertían al catolicismo. Se convirtieron
más de la mitad. ¿Lo entiende? ¡Más de la mitad! Naturalmente.
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El problema judío, entérese de una vez por todas, no es religioso. Es un
problema de raza. El modo de resolverlo es la expulsión. Pero la expulsión
rigurosa de todos cuantos sean de raza judía, tanto los practicantes como los indiferentes y conversos. En Baviera
las expulsiones de judíos ya han empezado, pero con timidez. Von Kahr expulsa,
poco a poco, a todos los judíos que no son ciudadanos bávaros. Es muy poca
cosa, pero hay que reconocer que no puede hacer más. Von Kahr tiene las manos
atadas.
- ¿Por quién, si se
puede saber?
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Se va a quedar de piedra, el defensor principal de los judíos en Baviera es el
arzobispo de Múnich, el cardenal Faulhaber. Un gran hombre, sabio, virtuoso,
nacionalista y monárquico. Pero cardenal: ¿comprende? Cardenal y arzobispo, y
por tanto obligado a ejecutar las órdenes del Vaticano, es decir de los judíos.
El Vaticano es el centro de las intrigas internacionales judías contra la
liberación de la raza germánica. A nosotros esto nos consta positivamente, y, si le pudiera
explicar todo lo que sé, vería visiones.
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