Tan pronto como un hombre ha alcanzado esa virtud, esa unión
con Cristo, podrá esperar
tranquilo y sosegado
los golpes del destino,
podrá oponerse valerosamente a las asechanzas
de las pasiones, podrá soportar impertérrito la furia del mal, porque ¿quién podrá someterle? ¿Quién arrebatarle a su salvador?
Lo que implore
-de
eso está seguro- será concedido, porque
ruega únicamente en unión con Cristo,
esto es, algo puramente
divino. ¿Y a quién no levantará
el ánimo y consolará esa seguridad que anuncia el
mismo salvador (Juan 15,7)?
¿Quién no soportará de buen grado el sufrimiento si sabe que gracias a la perseverancia en Cristo y a través de sus obras es venerado el
mismo Dios y que su propia perfección ensalza al Señor de la creación
(Juan 15,8)?
Por consiguiente, la unión con Cristo nos otorga elevación interior,
consuelo en el dolor, sosiego
y un corazón que se abre a todo lo humano, a todo
lo noble,
a todo lo grande, y esto no por orgullo,
ni por vanagloria, sino solo por Cristo. La unión con Cristo
nos da, en efecto, un
gozo que en vano intentan atrapar el epicúreo en su frívola
filosofía y el pensador más profundo en lo más recóndito del saber,
y que solo conoce el alma ingenua
y tierna unida a Cristo y, por él, a Dios. Es la alegría que ensalza
y hace más bella la existencia (Juan 15,11).
Fragmento tomado del ensayo de Carlos Marx: LA NECESIDAD DE LA UNIÓN CON CRISTO. La unión de los creyentes con
Cristo según Juan 15,1-14, presentada en su fundamento y esencia, en su
necesidad incondicional y en sus efectos.
2 comentarios:
porfa donde se consigue el ensayo completo.
En Karl Marx: Sobre la religión. Editorial Trotta, Madrid, 2018. Páginas 93-96.
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