La complejidad del ser humano --para sí mismo-- estriba en que consta de partes contradictorias: irracional/racional; animalidad/ divinidad; cuerpo/alma; temporalidad/eternidad; mortalidad/inmortalidad...
La salida más fácil es el reduccionismo. Camino erróneo. Consiste en eliminar uno de los extremos de la ecuación.
La más difícil requiere aceptar la revelación: estamos en un estado de caída y necesitamos ser redimidos (judaísmo) pero ya hemos sido redimidos (cristianismo).
Otro camino falso es pensar que la evolución del ser humano es como el ascenso de una escalera: se van subiendo peldaños de un modo histórico (evolutivo) y, una vez alcanzados los superiorres, los inferiores ya no son necesarios (ese es el error garrafal de Nietzsche en Humano, demasiado humano.)
La evolución habría sido: mito, religión, filosofía, metafísica y CIENCIA. Una vez alcanzado el estadio científico todo lo anterior -- tan solo una preparación necesaria-- ya ha cumplido su papel y puede ser declarada inservible. Final de la historia.
Pero las cosas no son así.
Las cosas son de la siguiente manera: todas las dimensiones del ser humano (mito, religión, moral, filosofía, arte, ciencia...) son irreducibles las unas a las otras y no se explican las unas por las otras (genial Rosenzweig).
Y todas, además, evolucionan a lo largo de distintas fases, etapas, estadios... pero no, ojo a esto, obligatoriamente de un modo sincrónico. Entre esos dominios hay desfases temporales.
Por ejemplo, el desarrollo moral más alto alcanzado lo representa Sócrates: es preferible sufrir la injusticia antes que cometerla.
En el campo religioso, al contrario de lo que afirmaba Nietzsche arbitraria, gratuita y dogmáticamente la etapa final no es la desaparición del sentimiento religioso sino el estadio místico (si conoces tu alma conoces a Dios.)
En esta etapa histórica hay muchas diacronías entre unas dimensiones y otras. Por eso hay tanto malestar individual y colectivo.
Y por ello es muy difícil alcanzar lo que nos haría felices.