El 10 de noviembre de 1978 en San Diego, en plena gira
por Street Legal, un disco arriesgado y con una clara influencia góspel,
alguien le lanzó un crucifijo al escenario. Bob Dylan lo recogió y se lo guardó
en el bolsillo. Algunos días después, en Arizona, sentió una presencia
de la que dijo que solo podía ser Jesús: Jesús puso su mano sobre mí.
Fue algo físico. Lo sentí. Lo sentí sobre mí. Sentí todo mi cuerpo temblar. La
gloria del Señor me derribó y me levantó.
En otro momento dice: En los años 60, la gente solía
decir que yo era un profeta y yo protestaba: No, no lo soy. Pero ellos
insistían: Sí, lo eres. Ahora salgo al escenario y les digo Jesús es la
respuesta y entonces ellos responden: Oh, Bob Dylan, él no es profeta.
La madre de Bob Dylan (Betty) por su parte declara: En su
casa, hay una Biblia inmensa abierta en un atril en medio de su estudio. De
todos los libros que llenan la casa, esa Biblia es la que recibe más atención.
Continuamente se levanta y se acerca para referirse a algo.
Bob Dylan señala que Cristo no es una religión. No
estamos hablando de religión. Jesucristo es el camino, la verdad y la vida,
como dice el Evangelio de Juan [...]. La religión es otra forma de atadura que
el hombre inventa para acercarse a Dios. Pero ese no es el motivo de la llegada
de Cristo. Cristo no predicaba una religión, predicaba la verdad, el camino y
la vida.
El 19 de diciembre de 2022, Bob Dylan declaró en una
entrevista concedida a The Wall Street Journal: Soy una persona
religiosa. Leo mucho las Escrituras, medito y rezo, enciendo velas en la
iglesia. Creo en la condenación y en la salvación, así como en la
predestinación. Los cinco libros de Moisés, las epístolas paulinas, la
invocación de los santos, todo eso.
Me preguntas sobre mí, pero es que yo me voy desdibujando cada vez más a medida que Cristo se va definiendo más y más.
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