Vivimos unos momentos en los que la devastación invisible
es más profunda que la visible. Pero hay tres grupos de personas -totalmente
invisibles- que preparan un nuevo comienzo:
(a)
Individuos
aislados libran un combate -a veces bélico- sin apoyo alguno ni comunitario ni
de camaradería. Están ofreciendo un sacrificio silencioso del que no pueden
hablar. Cuántos de estos hombres hay nadie lo sabe, pero que los hay es cosa
segura.
(b)
Mujeres
que con un amor desconocido hasta ahora cobijan lo más noble de lo acaecido en
la historia de occidente. Y en virtud de ese amor son indestructibles. Quiénes
son ellas es algo incognoscible para la cháchara pública, el palique social y
el parloteo mediático, o sea, para todo opinar masificado.
(c)
Poetas
en tiempos de miseria, pensadores de futuro. Dónde están es cosa tan oculta que
nadie pregunta por ellos.
Son los custodios de lo por venir, de lo que se anuncia
en secreto. Su vida es ardua y por eso auténtica. Renuncian a toda asistencia y
a todo consuelo. Pero lo que ocultan o callan es único.
Que no se diga que viven peligrosamente.
Viven fervorosamente a la espera del dios venidero que
por ellos anuncia su llegada inminente.
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