El miércoles de Pascua de 1848 Soren
Kierkegaard (1813-1855) recibe una inspiración divina.
Es una conmoción interior.
Debe comenzar una lucha sin
cuartel a favor del cristianismo y contra la cristiandad. (Hay que diferenciar
Cristo-cristianismo y cristiandad.)
Cristo es signo de contradicción,
paradoja, escándalo y locura. Y lo es para permitir a todo hombre llegar a ser
sí mismo, uno mismo, un individuo, una persona única. Distinto de la masa.
Cristo es un hombre individual
que es Dios: escándalo, paradoja, locura. Tanto ahora como hace 1800 (o 2000) años.
Es el único hombre cuya mera existencia es más importante que su doctrina. Infinitamente
más. Él es más importante que sus enseñanzas. Está tan olvidado que tan solo
queda su doctrina que también se ha eliminado del cristianismo.
Vino y viene siempre de incógnito.
Está oculto en lo incognoscible. Solo se llega a él a través de la fe.
Pero la fe ha desaparecido del
mundo. Hay que ir a buscarla al rincón de las cosas olvidadas.
Ahora se entiende fe como mera opinión.
Y el cristianismo no es una enseñanza. La cristiandad lo ha convertido en un
amable y sentimental paganismo.
Cristo no es pasado. Al estar por
encima de la historia (ahistórico) es contemporáneo de cualquiera en cualquier época.
Para intentar ser cristiano es preciso hacerse contemporáneo suyo.
Al no reconocer todo esto el cristianismo
se ha convertido en paganismo. Una charlatanería dominical. Algo fácil y superficial.
(Kierkegaard cree que en cada intervalo
temporal hay solo dos -o tres- a los que les es dado saber esto. Puede ser que
Kierkegaard sea uno de ellos porque, según confiesa, le ha sido dada, de modo
misterioso, una sabiduría secreta y desconocida sobre el misterio de la
existencia humana. Comprensión que es incomprensión.)
Como la cristiandad ha abolido el
cristianismo es perentorio introducir el cristianismo en la cristiandad. Tarea
que él dejó inconclusa y que nadie ha retomado después. (Kierkegaard calculaba
1800 años el tempo necesario para culminar la tarea.)
Esto va contra lo establecido.
Contra la opinión pública. Contra el prudente. Contra el razonable. Contra las
reglas convenidas (establecidas) por todos los encumbrados. Clérigos, filósofos,
políticos, burgueses, burlones.
Sin la ayuda de los teólogos llegó
el cristianismo, pero con su ayuda ha sido expulsado.
Siendo el pecado la perdición y habiéndose
perdido la conciencia de pecado personal lo que queda es un cristianismo
infantilizado. Donde se venera lo establecido como lo divino. Pura blasfemia.
Se puede o imitar a Cristo o rechazarlo.
No cabe la admiración. Esta es otra forma de negarlo. Quizás, en estos tiempos,
la primordial. Pues no se olvide que el cristianismo es la paradoja absoluta:
un hombre individual que es Dios.
Es infinitamente difícil ser cristiano.
Hay miles y miles que se imaginan que lo son. Solo se puede llegar a serlo viéndose
contemporáneo con Cristo. Que tu vida sea todo lo igual a la suya que es
posible a una vida humana, insiste Kierkegaard.
Kierkegaard utiliza una lenguaje
exacto y verdadero que es imposible si no hay un pensar certero. Porque para
actuar bien hay que pensar y hablar muy bien. El habla adecuada es el trampolín
de la acción adecuada.
Al enseñarnos que es infinitamente
difícil ser cristiano y que este se ha perdido, nos previene de la ilusión pueril
de que ser cristiano está a nuestro alcance.
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