sábado, 15 de noviembre de 2025

Rosalía visita la caverna

 Nunca veo programas televisivos cuyas señas de identidad explícitas son la zafiedad y la vulgaridad extremas, pero como se trataba de Rosalía hice una excepción el lunes 10 de noviembre.

¿Cómo pudo una artista tan extraordinaria como ella someterse a ese sarnoso escrutinio? Ese ataque diario y sin escrúpulos a la estética y a la ética e, incluso, a lo religioso.

(¿Era necesario degradarse y rebajarse hasta ese extremo?)

El responsable, un tarado estético y moral, incapaz de efectuar ninguna pregunta profunda ni de hacer ningún comentario interesante sobre el último disco de la artista ni sobre nada.

(Ese no es un espacio para alguien que sabe quién es, por ejemplo, Simone Weil.)

Cualquier intento por hablar de las características más originales de su trabajo eran inmediatamente abortadas por ese castrado moral cuya alma está llena de pústulas.

Que es un payado teledirigido por los del mandil se hizo notar inmediatamente. La primera pregunta contra ¿todo pronóstico? fue sobre el anterior vicario, por si Rosalía mordía el anzuelo y arrojaba un poco de estiércol sobre el actual.

No fue el caso.

Cuando le preguntó sobre sus prácticas cuantitativas, ella intentó enseñarle que el sexo primero se niega, luego se reprime, más tarde se acepta, luego, en el mejor de los casos, se sublima y, finalmente, es posible incluso llegar a comprender y practicar, como hizo Gandi, la castidad.

Pero para este indigente mental solo cuenta la cantidad y Rosalía solo sabe de cualidad.

Entonces, me pregunto, qué hace Rosalía con un súcubo como ese.

Por qué dar las cosas bellas o santas a los cerdos.

Rosalía cuídate de tu propia España, cuídate de los nuevos poderosos, cuídate de los que te aman, cuídate del futuro y aparta de ti ese cáliz que quieren que bebas para matar tu alma.

 

 

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