miércoles, 16 de julio de 2025

Sucesos de probabilidad cero. A priori.

 1. Acuarela de Goethe contemplada en Madrid en una exposición. Tema: vista de Roma. 

De pronto, tiempo después, paseando por un cierto Parque romano que me gusta mucho, en las afueras, atisbo el sitio preciso desde el que Goethe la pintara. Un lugar muy escondido y nada obvio. El hallazgo fue súbito. Trescientos años después el mismo sitio, la misma perspectiva. Y yo, prima facie, no tengo nada que ver con Goethe. Pero ¿realmente no tengo nada que ver con él?

2. Yo no sabía que el 16 de octubre de 1943 había sido un día trágico para la comunidad judía romana. 64 años después, otro 16 de octubre, paseando por una vía significativa relacionada con ese horror, solo, ya noche cerrada, volviendo a casa, levanto la vista y veo la placa conmemorativa colocada en lo alto del muro que limita la vía. ¿Por qué pasé por allí ese día?

3. Hace más de cincuenta años mi madre se trajo agua de la fuente de Lourdes. Esa agua ha pasado por varias vicisitudes: por lo menos tres traslados de casa. Sigue intacta: transparente, pura y bendita. Y su sola presencia tiene propiedades curativas.

4. Nunca tengo ni he tenido sueños premonitorios. Sin embargo, una vez soñé con el Malecón de La Habana que nunca había visto. Tiempo después, con ocasión de una visita obligada a Cuba, paseando por el Malecón pude constatar la enorme semejanza de la imagen soñada con la real.

5. Cuando tenía 15 años fui en barco desde Valencia a Palma. Durante la noche serena y clara de luna llena conocí a otra pasajera de mi misma edad o un año menos: María de los Llanos. De Albacete. Nunca más la volví a ver. Muchos años después asistí a una actuación del Nuevo Mester de Juglaría. Y allí en el escenario, para mi sorpresa, estaba ella. Me acerqué a saludar y Llanos también se acordaba de nuestro encuentro en el mar. 

6. Una noche en Cuzco entré en un establecimiento para tomar algo en la barra. A mi lado estaba una mujer que guardaba un enorme parecido con nuestra amiga Gloria de Madrid. Me arriesgué a resultar patético y le dije: sé qué día has nacido. Efectivamente, había nacido el mismo día y mes que Gloria. Del año no me acuerdo.

7. Fui al cine a ver Volver (2006). Entré a oscuras. Para mi sorpresa me pareció ver entre los extras de la película a una antigua compañera (A. M.) ¡Qué raro, pensé! Al terminar la película me encontré al marido de A.M. en la salida que, por cierto, había sido mi profesor de filosofía antes de la universidad. Hacía muchos años que no le veía. Le digo: Hola Pedro, ya he reconocido a A. en la película. Me dijo, bastante molesto, que A. no había actuado en la película. Al poco apareció A. ¡Ella no estaba en la película, pero sí estaba en la sala!

8. Una tarde de invierno, solo en Ávila, cierta persona -conocida accidentalmente- me recomendó que visitara el Monasterio de San José. La sensación de presencia real (Presencias reales, George Steiner) de Teresa se me impuso de una forma poderosa. (Nunca antes y nunca después.) (Adenda: Una tarde en Sevilla, paseando con dos compañeras de trabajo, me encontré con George Steiner y su esposa. Me acerqué a saludarlo. Se extrañó de que alguien desconocido, a su vez, le reconociera. No le cabía en la cabeza.)

9. Uxio Novoneira no era muy conocido en Madrid en los años ochenta. Yo sí le conocía por un compañero gallego al que le encantaba el siguiente verso de Uxío: De tanto calar xa falo eu solo.

Pues bien, una noche, ya era tarde, mientras me llevaban a casa, en la Gan Vía (yo no conducía) vi a Uxio andando por la acera. Pedí al conductor que frenara un poco para que me diera tiempo a llamar a Uxio por su nombre y decirle lo que llevaba años queriendo decirle: ¡Uxio, de tanto falar xa falo eu solo! Y el coche siguió el rastro nocturno de las almas anhelantes. Sí me dio tiempo a ver la expresión de su rostro. La de cuando te pasa algo que a priori tiene probabilidad cero de suceder. Algo real e imposible al mismo tiempo.

 




lunes, 14 de julio de 2025

La X que explica a Pedro Sánchez

Me voy a guiar por ciertos principios para explicar el hecho imposible de la permanencia de PS en la Moncloa y en el psoe.

•Cuando se ha descartado lo imposible lo que queda por improbable que parezca es la verdad.

•Lo más obvio es lo que más cuesta ver.

•Los hechos no explican los hechos.

•La importancia de las variables latentes u ocultas o no medibles para explicar lo observable.

Descartado el hecho de que alguien con la mochila que acarrea a sus espaldas pueda mantenerse en la Moncloa sin que, aparentemente, sea posible echarlo solo puede explicarse-por improbable que resulte- por la existencia de un Factor X.

X consintió, permitió o, directamente, lo colocó en el 2023 por la situación geopolítica mundial. El globalismo y sus agentes (Biden, Francisco, etc.) dominaban la escena internacional: epidemias, vacunas, guerra de Ucrania, intento de desmembración de Rusia, climatismo, ideología de género y todo lo demás.

(Probablemente la coalición de X no obtuvo 176 diputados. Puede que en Cataluña manipularan los resultados, con la anuencia de los separatistas claro está, para impedir un gobierno del PP y Vox. Esto, la coalición perdedora lo sabe. Pero X manda mucho.)

De X depende el ministerio del Interior y el ministerio de Defensa como mínimo. No sé si el ministerio de Justicia también. O sea, Marlaska y Robles. (No sé si Bolaños.) También dependen de X el tándem Borrell- Narbona. 

Espinosa de los Monteros y Olona puede que cayeran cuando Vox descubrió que eran agentes de X. 

Gamarra en el PP también trabaja para X. 

Hay un periodista clave en esta trama que ejerce como estratega. 

Y a Pumpido, por improbable que parezca, también lo controlaría X.

Por ejemplo, el cambio de PS con el Sáhara a favor de Marruecos se lo impuso X. 

Ahora llega el momento en el que X se lo quiere quitar de encima. Principalmente, por el triunfo -inesperado- para X de DT y por el cambio de Papa. Ha cambiado la escena internacional y PS ya no sirve.

Donde todo parece absurdo, carente de sentido, arbitrario, etc., la existencia del Factor X lo puede aclarar todo. PS es una marioneta de X.

Tengo mi hipótesis de quién es X. 

A ti también lector te será fácil llegar a esa misma hipótesis: a buen entendedor pocas palabras bastan.


sábado, 12 de julio de 2025

Secretos del pájaro solitario

La pregunta clave es por qué hay algo y no nada.

Todas las demás preguntas proceden de ésta.

Hay una realidad no sujeta a cambio, inmutable, eterna. Que procede de sí misma. No tiene existencia porque no cambia. Siempre es igual a sí misma. Propiamente no tiene nombre. La realidad primordial. El vacío. La nada fecunda. La fuente que mana y corre. El silencio. Lo místico.

El cosmos está sujeto a cambio, no procede de sí mismo. Es un continuo dar de sí mismo. No es eterno sino perpetuo. Procede o está fundamentado en la realidad primordial. Siempre ha existido en alguna forma. No tiene origen, no comienza. Está sometido a un continuo cambio.

Las religiones son las creaciones humanas más grandiosas. Cumplen la función de habérselas con la existencia cósmica y con la realidad primordial. El concepto religión verdadera no tiene sentido. No hay una religión primordial. Lo constitutivo es la religiosidad. (Como tampoco hay una lengua verdadera sino múltiples lenguas. No hay una lengua primordial sino la capacidad de hablar.)

El místico es aquel que puede conectar, sin intermediación, con la realidad primordial. (Nada que ver con el luteranismo que es subjetivo y conduce a un relativismo estéril. Salvo que el luterano sea, claro está, místico.)

Pretender demostrar la existencia de la realidad primordial no tiene sentido. Primero porque no tiene existencia. Segundo porque lo que es secundario no puede comprehender lo que es “primario”. Tercero, porque lo que da lugar a la existencia está más allá de ella. Cuarto, porque la mente humana es irremediablemente incompleta. Es proclive al error. No se contiene a sí misma. No se fundamenta en ella misma. Cualquier avance en el conocimiento que logre -en cualquier campo- conlleva indefectiblemente la aparición de nuevas ignorancias. 

Probablemente tiempo y espacio sean categorías ilusorias pero necesarias para orientarnos en la existencia.

Todo esto es obvio después de los dos teoremas de Gödel. Los más tascendentales de los últimos siglos y, por tanto, los más ¨ninguneados¨.

Los pensadores contemporáneos persisten, como digo, en ignorarlos. 

La consecuencia principal del primer teorema es que hay proposiciones verdaderas no demostrables precisamente porque no son demostrables. 

Y el segundo, que ningún sistema complejo puede demostrar su propia consistencia: tiene que recurrir a uno de superior poder explicativo que lo contiene y, así, sucesivamente.

Por tanto, no puede no darse la realidad primordial.

El místico primordial es Jesús resucitado de entre los muertos. Y este es el gran misterio inconcebible.

Cuando me preguntan y esto de dónde te lo sacas, quién de lo ha dicho, cómo lo sabes.

La respuesta es: me lo ha dicho un pajarito.

¿Qué pajarito?

El pájaro solitario.




jueves, 3 de julio de 2025

Memorias de un niño del arrabal madrileño

Nací en una casa del arrabal madrileño sin agua corriente, pero de día. (Con velas la cosa podría haber sido peor.) Las necesidades se hacían en la cuadra. 

Atendió a mi madre una experta que pasaba por allí a esa hora. Mi padre, se había quitado de en medio porque, al parecer, la sangre le producía un mareo súbito. (Era cierto.) Aunque mi madre decía que era placer de puerta ajena. El alegó, en su descargo, que había tenido que ir a testificar en un juzgado. (También era verdad.)

En ese barrio, desconectado por entonces del resto de la capital, te podían abrir una brecha en la cabeza, si bajabas a jugar a la calle, por las buenas o por las malas.

A los dos años nos trasladamos a una nueva casa de vecinos. Cinco viviendas por pasillo o corredor. Dos alturas. Decir que las paredes eran de papel sería un eufemismo. Pero había agua corriente y wáter. Ni agua caliente ni modo de calentarse salvo por una cocina que se alimentaba con carbonilla. Una de mis tareas era ir a la carbonería cercana y traer varios cubos de la citada carbonilla. Mi abuela la administraba. La leña para iniciar el fuego la cortaba ella misma con un hacha en la propia calle. (Esa hacha lo utilizaba para cortar las nubes de tormenta que podían ser peligrosas.)

Quién decidió que durante mis tres o cuatro años yo durmiera con mi abuela, todavía no lo he averiguado. De ese modo pude contemplar cada noche los ritos de vestirse y desvestirse de las mujeres del pueblo del siglo XVIII y XIX. (Creo que venía de una familia gitana.)

Mucha calle y muchos juegos. Se vivía peligrosamente.

Eran muy desagradables las peleas tabernarias entre varones y las discordias entre mujeres que podían acabar tirándose de los pelos, incluso, y sin ir muy lejos. A mi ese espectáculo me desagradaba profundamente.

Pero era peor la compañía de unos traperos que estaban aposentados en un descampado, allí enfrente, donde convivían con todo tipo de animales, guarrería, estiércol y unas repugnantes moscas en verano.

También había una vaquería en el barrio. Si no podía venir la propia lechera me mandaban a por leche con la correspondiente lechera de aluminio. 

En el verano se distribuían a diario unas barras de hielo que yo tenía que ir a comprar provisto de una bolsa de tela dura -no impermeable- que nos permitía enfriar los alimentos en barreños.

Habréis comprendido enseguida que el niño arrabalero fundamentalmente era un recadero. Sí me gustaba ir a los ultramarinos a por una docena de huevos -y ten cuidado no se casquen- porque el señor Jaime siempre los miraba al trasluz de su bombilla mágica. No sé por qué. ¿Sería por si había dos yemas?

Otro vendedor peculiar era el de las botellas de petróleo que almacenaba en su casa con grave peligro de explosión en la barriada. Yo las transportaba con sumo cuidado. El petróleo alimentaba un infiernillo que mi madre utilizaba para no tener que encender siempre la lumbre de carbonilla.

Pero si cambiaba el arrabal por el pintoresco pueblo de La Alcarria de donde procedían todos mis antepasados la cosa no cambiaba mucho: ni agua corriente, una cuadra para hacer las llamadas necesidades y candil por las noches. Pero eso era otra cosa: la leche de cabra, la miel, el pan hecho en el horno común, los dulces, el lavadero y el aire de La Alcarria. Y lo más importante, la intuición que siempre tuvo el niño de que procedíamos de sefarditas. Eso nunca se me ocurrió decírselo a nadie. Ni siquiera a mi confesor infantil.

Pero volvamos al arrabal.

El principal problema del niño arrabalero era ser el benjamín de los hermanos porque los mayores abusaban descaradamente de su posición. Por cada recado que ellos hacían tú hacías cinco o diez veces más.

La golfería era cosa de los billares. ¡Qué ambiente! A mí me daban miedo.

Una cosa muy frecuente en el niño del arrabal era el fumeque. Comprábamos los cigarrillos a la pipera de la esquina por unidades: celtas cortos, celtas largos, bisonte (rubio) y así.

En el barrio había un cine (el Generalife). Mejor no ir solo, pero si ibas solo mejor no ir a mear. Allí ví una noche El hombre que mató a Liberty Valance. En mi memoria están almacenadas -aparte y de modo permanente- varias secuencias de esta joya. O sea, las que vi entonces. Y, en otra parte, las secuencias que he visto mucho tiempo después.

Prefería el parque cercano para jugar con mis animales preferidos: hormigas, saltamontes, mariquitas, mariposas, alacranes, lagartos, lagartijas y salamanquesas, pajaritos, avispas y moscas. Me gustaba fabricar jaulas con tapones de corcho y alfileres por barrotes y estudiar el comportamiento de las moscas encarceladas.

Visitas al médico, al dentista o similares pocas. Si acaso a Pedro el practicante por alguna inyección obligada. Amigdalitis y fiebre muchas veces. Nada serio.

Entre los vecinos había una especie de intercambio no declarado: un trueque económico en realidad. Por ejemplo, mi padre había instalado un teléfono y como ninguno de los otros 14 vecinos lo tenían, una de mis misiones era la de avisarlos cuando les llamaban. Aquí no se respetaban cenas ni comidas. Pero como algún otro tenía televisión podíamos ir, a cambio, a ver las corridas, los partidos y las distintas proclamaciones del momento histórico de que se tratara: coronaciones, exaltaciones o simplemente bodas principescas.

Había de todo: mi vecino preferido era el señor Tomás: cabo de la policial municipal. Todas las tardes mi padre y él arreglaban todos los problemas causados por el tráfico de la gran ciudad, con críticas muy severas a la incompetencia o dejadez de las autoridades competentes. Aunque lo mejor del señor Tomás eran sus guapísimas y encantadoras hijas a las que yo admiraba y con las que no me atrevía intercambiar palabra alguna. Tenían ya novios formales.

Un tema espinoso para tratar aquí es el asunto de los inquilinos de mi abuela. Resulta que vivíamos puerta con puerta. Y ella alquilaba la cocina, el baño y una habitación, ella se quedaba con la otra, a matrimonios con o sin hijos. Y la cosa siempre acababa mal. Otra de mis misiones de bien mandado era dar conversación a los inquilinos. El primero matrimonio estaba bien porque el marido era muy pajarero y coleccionaba pajaritos en sus jaulas que me enseñaba a cuidar y alimentar. Todavía recuerdo su nombre y su labio partido: el señor Gregorio.

Antes de que se abrieran los clubs vecinales o parroquiales con televisión y que las tascas del barrio instalaran los nuevos televisores yo ya sabía lo que era una televisión. Los Padres, siempre adelantándose a su tiempo, disponían de un prototipo de televisor muy distinto a los que luego se comercializarían. Así, en el año 1960 pude ver --en petit comité-- un Peñarol de Montevideo - Real Madrid de la Copa Intercontinental en directo.

También había cine todas las semanas en el salón de actos de las Escuelas parroquiales. 

Me enteré -en secreto- que la horrible parálisis en las extremidades inferiores que exhibía el operador de cámara se la había producido el invierno ruso. Al parecer, se había alistado en la División Azul. ¿Se le habían congelado las piernas?

Lo bueno para mí era el NODO. Los reportajes del NODO de tipo internacional eran mis favoritos.

El niño arrabalero no por serlo deja de interesarse por la marcha de los asuntos mundiales. Yo, en particular, siempre fui muy geopolítico. 

Desde los 6 años sabía de las andanzas de Fidel, Kruchev, Juan XXIII, la crisis de los misiles, el Ché, el Gadafi y, mi ídolo, Patricio Lumumba, asesinado por la CIA en 1961. Es que mi padre, también muy atento al desarrollo africano como yo, me había traído un autógrafo de Patricio allá por el año 1960. ¿Pasó por Madrid ese año? 

A Franco le gustaban mucho los patriotas tipo Castro, Ho Chi Minh, el Ché (el último partisano según Carl Schmitt), Lumumba y similares. A mí también. 

Lo de Kennedy me dolió mucho. Le tenía mucha admiración tanto a él como a Jacqueline.

Con respecto a mi escolarización, a los 4 años con las Hermanitas de los pobres. Muy buenas y dulces. A los 6 años pasé a las escuelas parroquiales. El primer año con Don Fidel, el segundo con Don Manuel, el tercero con Don Hilario y el cuarto con Don Juan. Todos con traje y corbata. El mejor Don Manuel. Nos daba solfeo y me enseñó a tocar la guitarra. De ese modo pasé a formar parte de la rondalla del colegio con muchas y memorables actuaciones, por ejemplo, en Radio Madrid y el Círculo Catalán. A partir de entonces mi simpatía por el catalán y por lo catalán se instaló para siempre en mi alma.

A este respecto quiero contar una sincronicidad madrileño-barcelonesa asombrosa. Yo residía en la calle Diagonal, número 3 de Madrid. Un día llegó a mi nombre un giro postal con cierta cantidad de dinero. Quedamos extrañados pues no esperábamos dinero alguno. ¿A qué o a quién se debía el regalo? Resultó que en la calle Diagonal de Barcelona, mismo número, vivía una persona que se llamaba exactamente como yo. Y el dinero era para él. Pero claro, una cosa es la calle Diagonal de un arrabal y otra es la Diagonal de Barcelona.

Don Manuel me enseñó lo principal que te tienen que enseñar a los 6 años. A afinar una guitarra. El utilizaba un pito en La, que yo conservo. Hay que sintonizar la quinta en La y luego todo lo demás viene por añadidura. El niño arrabalero nunca olvidará a Don Manuel ni a su hijo Manolín, aunque este era muy extremista en todo.


Estoy hablando de una época que abarca desde 1953 a 1967. Luego el barrio conoció el desarrollo económico general. En su caso, el antiguo complejo parroquial fue derribado y construido en su lugar uno nuevo en consonancia con los nuevos tiempos.

Ya nada fue igual de inverosímil.


miércoles, 2 de julio de 2025

Recuerdos de un monaguillo preconciliar

Me ofrecí como monaguillo preconciliar a la tierna edad de los 6 años. Los Padres me miraron con extrañeza, pero me dieron la tarjeta de cartón coloreada para que me aprendiera de memoria las locuciones latinas que el monaguillo debía responder a las propias del sacerdote durante los distintos oficios.

Los Padres son los de la Compañía. Ojo: sotana negra y tonsura.

La barriada, una del arrabal madrileño donde no llegaba el metro. Mucha pobreza. La iglesia neomudéjar, ya derribada. Estamos en 1959.

Ya os habréis dado cuenta de que yo era un niño precoz. Digamos de atención plena.

Las sotanas negras siempre me provocaron fobia. Pero el simbolismo de la Misa me atraía instintivamente.

Todo empezaba en la sacristía. El sacerdote ayudado por el monaguillo se revestía en un silencio riguroso, expectante y sublime porque ambos creíamos que íbamos a asistir a un sacrificio eterno ofrecido desde hace varios milenios.

Amito, alba, cíngulo, manípulo, estola y casulla. Esto quien mejor lo explica y lo entiende es Marcel Proust en un ensayo prodigioso.

(Los cambios litúrgicos del CVII no tienen perdón de Dios.)

Además de la Misa que era lo principal, estaban los bautizos, las bodas y los funerales. 

Los funerales iban con catafalco, telas y candelabros según fueran de primera o de segunda. Alguna vez cometí un error imperdonable: el Padre que tocara (así hablábamos entre nosotros: a ti quién te ha tocado, porque había una jerarquía de preferencias para ayudar a Misa) nos asesoraba para que diéramos la enhorabuena a los padrinos (en las bodas) y el más sentido pésame a los familiares (en los funerales.) Por lo de las propinas. Pero a los 7 años uno no llega a entender esa sutil diferencia. Y podía dar, indistintamente, el pésame a los padrinos de la boda y la enhorabuena a los familiares del finado.

Y, muy importante, el acompañamiento al Padre cuando tenía que ir a impartir las últimas bendiciones a un moribundo o a un muerto. 

Me acuerdo de mi primer muerto. Cuando llegamos el finado tenía atado un pañuelo blanco en la cabeza pues no se le había cerrado totalmente la boca. Como lo que yo veía en los tebeos.

El caso es que yo era suplente, pero como el titular desde que fue expuesto a una experiencia semejante era incapaz de comer carne probaron conmigo. Pasé la prueba.

Los padres eran muy buenos y comprensivos. Como era incapaz de aprenderme todas las oraciones, fórmulas y locuciones latinas mi estrategia era hablar bajito para que no se me notara. Una vez el Padre más simpático, popular y divertido paró la celebración y me dijo: Si no te lo sabes pues no te lo sabes, pero habla alto porque si no no sé cuándo tengo que seguir. Yo, humilde, obedecí y aceleré la memorización de las palabras latinas.

Aunque también teníamos que preparar el vino en las vinajeras y retirarlas al finalizar la Misa, siempre superé la tentación de beberme el vino remanente de la vinajera. No así el hermano sacristán que, cuando creía que no le veía nadie, se arreaba unos lingotazos de la misma botella que temblaba el misterio. Siempre le guardé el secreto.

Y qué decir de los bautizos a puerta cerrada. Un día me llamaron con todo sigilo y secreto porque se necesitaba mi concurso para un bautizo muy especial. 

Un adulto. 

Las puertas de la iglesia se cerraron y todo se hizo de modo clandestino. Al parecer era un gran deportista, el campeón de España de una especialidad muy relevante. No me explicaron el enigma.

Como me portaba bien y mi madre me llevaba siempre muy limpio, cuando el Padre iba de visita a barrios de clase alta, yo le acompañaba. Por supuesto, yo era el encargado de llevarle su misteriosa cartera negra. A los Padres no les gustaba ir solos de visita y a mí me encantaba acompañarlos.

Durante los veranos la cosa no paraba. Nos llevaban a un lugar de Salamanca, maravilloso, fresco y apropiado para huir de las moscas que apestaban el barrio durante la canícula. Noches estrelladas, estrellas fugaces, infinitas luciérnagas, pan de pueblo, tomates de la huerta, baños de agua helada en ríos de montaña, subidas a las Peñas, a las Cruces, charcas, ganaderías bravas, sueño plácido, y misas inolvidables en la ermita cercana inmensamente blanca y azul. Rodeada de castaños. Atardeceres como los que le gustaban a Unamuno frente a Portugal y a los Montes de Francia.

Todo estaba claro. No había dudas. Unos Padres amorosos nos protegían de cualquier daño o acechanza. 

Lo mejor era la visita anual a Alba de Tormes. Allí, durante todos los lentos veranos de mi niñez, pude visitar (embelesado) el corazón herido de Teresa. Siempre quería ver lo mismo: la herida tan profunda que el ángel le había infligido con una flecha encendida. 

Luego llegarían el nefasto concilio, el fin del maravilloso periodo de latencia descubierto por Freud (6-12 años) y comenzaría la dura y turbulenta adolescencia.

Los Padres también mutaron con las consecuencias de todos sabidas.


martes, 1 de julio de 2025

Homenaje a Don Jesús Cantera y Ortiz de Urbina y al Padre Santiago Cantera

 Hace más de 60 años (1963) tuve mi primera clase de francés. Diez años, primero de bachillerato, Filial Guadalupe, Hogar del Empleado, Instituto Ramiro de Maeztu. 

Nunca he olvidado al profesor: Don Jesús Cantera y Ortiz de Urbina. 

Un caballero de porte elegante, ademanes delicados, bondadoso y firme a la vez. Un hombre de honor procedente de la mejor tradición española.

Tampoco esa primera clase. Su cuidada dicción de los fonemas del francés totalmente nuevos para nosotros se me quedó grabada. En seguida capturó mi atención plena, aunque desgraciadamente mi alegría por tener tan distinguido profesor duró poco. Unas cuantas clases de francés después, se fue de profesor al departamento de hebreo de la UCM. 

Desde entonces no le he vuelto a ver, pero nunca lo he olvidado. Tan fuerte fue la impresión que me causó.

Pero sí conocí -30 años después- a su hijo pequeño, Enrique, compartiendo la misma universidad y el mismo proyecto universitario. De él me acordaba porque con 6 años Don Jesús le llevaba consigo de la mano al colegio.

Y luego está su hijo mayor, el Padre Santiago Cantera: digno hijo de su padre. Un insobornable y fiel soldado de Cristo, Príncipe de la paz.

Los hijos de la viuda no han podido con él. (En estos momentos más preocupados por las tenidas que les esperan en Soto del Real.)

Apoyado por León XIV, ahora, la victoria del Prior del Valle es segura.

Si volviera a ver en España caballeros como Don Jesús, volvería a ver españoles dignos hijos de sus padres.


lunes, 30 de junio de 2025

La gran apostasía del pueblo español

 El sistema político de 1978 es una metamorfosis del sistema político de Franco que también sufrió metamorfosis severas. Lo único que no cambió es su catolicismo.  

(Pero es que el catolicismo sufrió una metamorfosis causada por el CVII. El régimen hubo de adaptarse, por tanto, al cambio sufrido por el catolicismo romano tras ese concilio.) 

El hecho de ser -el de Franco- un régimen católico que seguía fielmente la doctrina del catolicismo en materia de moral y de costumbres implicaba:  

No divorcio 

No aborto 

No matrimonio homosexual 

Y sí promoción del matrimonio y de la procreación. 

Desde que se muere Franco y se instala en la Jefatura del Estado Juan Carlos se produce sin prisa (aunque con Prisa) pero sin pausa un cambio legislativo radical para permitir el divorcio (cambio promovido por los franquistas reformistas), el aborto, el matrimonio homosexual (promovidos ambos por los socialistas), lo que ha conducido a una crisis demográfica brutal. Nacen la mitad de los niños que tenían que nacer. No solo por los abortos producidos sino también por la política antinatalista y la promoción de todos los métodos anticonceptivos habidos y por haber. 

Este cambio ha causado una apostasía generalizada en el pueblo español. Es decir, un abandono progresivo, observado tanto en la fe como en las obras, de las enseñanzas evangélicas. Si hay algo que el Evangelio deja claro es el repudio de Nuestro Señor al divorcio. 

Mi tesis: el divorcio es la piedra angular de toda apostasía. Sin divorcio no habría habido apostasía. Ni tampoco un cambio radical en las costumbres morales del pueblo español, que funciona ahora como pagano, aunque no es lo mismo ser pagano que apóstata. Es el divorcio el que abre la puerta a todo lo demás.

Tesis complementaria: España no puede ser ni vivir si no es católica. Si deja de ser católica muere indefectiblemente. 

Una cosa es la causa de la enfermedad: la apostasía, y, otra cosa, son los síntomas o las consecuencias: terrorismo, separatismos, corrupción generalizada, partitocracia, pérdida de soberanía y entrega absoluta acrítica a la aventura europea y todo lo que esta conlleva. 

Esa enfermedad (el abandono de la fe y de las obras por efecto de la apostasía) lleva a la muerte irreversible de la Patria otrora católica. 

Por eso, según mis tesis, esto no lo pueden resolver los partidos políticos porque todos son iguales y sería mejor suprimirlos. 

A la mitad del pueblo español le molestan muchísimo los síntomas o las consecuencias, pero no quiere saber nada de la Causa única, radical y profunda. 

Un país católico que se vuelve pagano (sin persecución) es un caso muy raro en la historia y esa rareza no augura nada bueno.