domingo, 28 de septiembre de 2025

OCLOCRACIA

 

Si eres un pensador que solo contemplas el lado inmanente de la realidad y rechazas cualquier tipo de “componenda” trascendente, ante el estado calamitoso de la especie humana tiene dos opciones inteligentes. (Aquí excluyo a todos esos pensadores que lo único que hacen es seguir lo que en cada momento mandan los que controlan a todas las academias científicas. Sin imaginación ni creatividad.)

La primera, representada por Arthur Koestler (1905-1983), considera que la especie humana es un error evolutivo como tantos otros. Una patología evolutiva fruto de una combinación de factores principalmente azarosos. Lo más probable, pues, es que se extinga por su propia causa. Va por una vía muerta: mucho crecimiento racional o tecnológico y, a la vez, un infradesarrollo moral, social y político.

La segunda, representada por Francis Crick (1916-2004), considera que puesto que la vida no puede surgir por generación espontánea en la tierra (es decir, que la vida no puede surgir de la no vida) ha tenido que llegar aquí desde otro lugar porque la vida existe en todo el universo (panspermia). Esta opción se inclina por una panspermia dirigida: la vida en la tierra ha sido sembrada por alguna civilización extraterrestre muy desarrollada.

Ambas posturas como digo son inmanentistas pero sagaces. (Nada que ver con los inmanentistas cerriles que lo único que hacen es repetir consignas de otros ya muy trasnochadas.)

Si se contempla la opción trascendente, la explicación más satisfactoria es que (1) la humanidad ni surge por azar ni es una anomalía evolutiva. Tuvo una edad de oro que -por lo que fuera- perdió.  (A eso el Génesis lo denomina el pecado original, que conlleva la expulsión del paraíso. No hay evolución sino decadencia.) Y (2) como no tenemos prueba alguna de vida en otro sitio que no sea este, la tierra es un lugar único en el universo por voluntad del Creador.

Con respecto a la decadencia moral, social y política que estamos padeciendo lo único cierto es que ahora es el momento de la OCLOCRACIA, es decir del gobierno de los peores. Estamos en el más bajo nivel posible.

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