(I)
Te seguí en tu noche. Quién sino alguien que
estuviera hecho de ocultamiento podría ver tu luz secreta. Y, cómo, después de haberla conocido, no transitar
los espacios en su alcance, olvidado de todo, para consumirme en ella.
(II)
A dónde hemos llegado. Quién habita este hueco
-abismo abierto- donde no existe el vértigo. ¿Existe algún sabio en este lugar
o un predecesor, siquiera? ¿No pertenece a nadie?
¿Habremos creado un nuevo espacio?
(III)
¿Es posible, aún, la noche transformadora, o, ya
estamos definitivamente perdidos? ¿Se ha cortado el hilo que conducía la savia
hasta nosotros? ¿Podremos rehacerlo, todavía, con nuestra piel? ¿Alguien puede
contestar?
(La hermosura
es paciencia).
(IV)
Hay un tiempo necesario que sigue a todo deseo
divino y que precede a su cumplimiento, en el que se padece la posibilidad de
su no-realización.
Tiempo-luz para conocer y rebasar los límites, para
levantarse sobre las barreras, para gozar de la apariencia anunciadora, para la
pura creencia, sin otro fundamento que ella misma.
(ACI)
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