domingo, 7 de septiembre de 2025

El obispo de Tarbes y Lourdes narra el final religioso de Manuel Azaña

He sido interrogado frecuentemente sobre la muerte del presidente Azaña, por lo que hice imprimir el texto que le adjunto. Añado dos cosas:

1º. El presidente Azaña tenía una fe real: rezaba incluso cuando perseguía a la Iglesia. Respondió en latín a las oraciones de la extremaunción y recitó el confiteor (Yo confieso). Se asoció a las invocaciones que yo le sugería: Jesús, María, José, etcétera.

2º. El Consulado de Méjico pagaba los gastos del hotel en Montauban. Por esta razón Méjico impidió el entierro religioso.

Le ruego acepte, querido señor, el testimonio de mi afectuoso respeto.

+ P. Théas

El impreso que se adjunta en la citada carta de monseñor Théas dice así:

Entronizado en la catedral de Montauban el 17 de octubre de 1940, fui llamado al día siguiente por el presidente Azaña, enfermo, que residía en el Hôtel du Midi.

El primer encuentro fue muy cordial.

-Vuelva a verme todos los días –me dijo el presidente, apretándome la mano.

-¡Con mucho gusto!

En efecto, todas las tardes me entrevistaba con el presidente de la República española. Hablábamos de la Revolución, de los asesinatos, de los incendios de iglesias y de conventos. Él me confesaba la impotencia de un jefe para contener a las muchedumbres desenfrenadas y detener un movimiento que se ha desencadenado.

Deseando conocer los sentimientos íntimos del enfermo, le presenté un día el crucifijo. Sus ojos, muy abiertos, después húmedos, se fijaron durante largo tiempo en Cristo crucificado. Seguidamente lo arrebató de mis manos y se lo llevó a los labios, besándolo amorosamente tres veces, y diciendo cada una de ellas: Jesús, piedad, misericordia.

Este hombre tenía fe. Su primera educación cristiana no había sido inútil. Después de los errores, de los olvidos, de las persecuciones, la fe de su infancia y de su juventud, volvía a guiar los últimos días de su vida.

Propuse al enfermo el sacramento de la penitencia, que lo recibió de buen grado.

Cuando hablé a las personas que rodeaban al señor Azaña de darle la comunión en viático, se negaron a ello, diciendo: ¡Eso le impresionaría! Mi insistencia no tuvo resultado. Incluso se me prohibió acercarme al enfermo.

Pero durante la noche del 3 de noviembre, a las 23 horas, la señora Azaña hizo que me llamaran. Fui apresuradamente hacia el Hôtel du Midi y delante de sus médicos españoles y de sus antiguos colaboradores, delante de la señora Azaña, le di la extremaunción y la indulgencia plenaria al moribundo, en plena lucidez. Después, con sus manos en las mías, mientras que le sugería algunas piadosas invocaciones, el presidente expiró dulcemente, en el amor de Dios y la esperanza de su visión.

El 5 de noviembre, contra la voluntad del presidente y de su viuda, se ejercieron algunas influencias para dirigir el cortejo fúnebre hacia el cementerio e impedir la ceremonia religiosa que se había previsto en la catedral. El entierro fue civil, pero la muerte había sido cristiana. ¿No es esto lo esencial?

+Pierre-Marie Théas, Obispo de Tarbes y Lourdes

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