lunes, 13 de febrero de 2012

El caballo de Turín de Bela Tarr

Los comedores de patatas de Van Gogh.
HamletMachine (Heiner Muller).
Cormac McCarthy.
Cioran.
Nietzsche.
Si usted está familiarizado con el cuadro de Van Gogh, la obra de teatro de Muller, las novelas de McCarthy... entonces esta película puede resultarle llena de sentido.
Blanco y negro. Los cuatro elementos: aire, fuego, agua y tierra. Una tormenta inacabable de viento lo envuelve todo. (Una música recurrente.) Una casa. Un establo. Un caballo. Dos seres postreros. Son seis días en los que asistimos a una suerte de anticreación. De la primera luz --ya deprimida-- a las tinieblas finales que todo lo invaden. Todo se acaba. Todo está agotado. El mundo y sus seres se mueren. Narración implacable. Sin concesiones, pero sin pedantería. (Abstenerse filisteos.) Apenas se habla. El espectador acaba por entrar en la casa y sentir todas las sensaciones materiales que ocurren en ella. Hasta temer la apertura de la puerta cada mañana. (Pura cinestesia.)
Es la última película de este hombre en los dos sentidos. No hay nada más después. Se acaba la tormenta (aire), se seca el pozo (agua), las lámparas ya no pueden alumbrar (fuego), la tierra está yerma... Todo vuelve a las tinieblas y hay un silencio de muerte.
Ya son varios los artistas que nos anuncian los tiempos postreros.
El presentimiento del final.

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