martes, 21 de mayo de 2013



He aquí algo nunca visto antes. Daniel y María gemelos recién nacidos fotografiados por el padre. Entrelazan      los dedos de sus manos. Se agarran fuerte el uno a la otra. Aprietan. No quieren soltarse. Quieren vivir juntos. De dónde surge esa fuerza, esa conexión, esa intensidad. Conmueve. Interpela. Plantea preguntas. Rebaja seguridades. ¿Es un mero reflejo? No me lo parece. Es la vida. El milagro de la vida. De la fraternidad. De la sincronicidad. Es una imagen misteriosa. No casual. No azarosa. Es un mensaje. Todavía estamos a tiempo. Tenemos que cambiar todas nuestras opiniones, ideas, conceptos... acerca de la vida. Se quedan cortos, pequeños. Hay algo más que se nos escapa. Peor, que dejamos escapar. Cada día hay un milagro nuevo que no vemos. La comadrona sí lo vio. El padre lo supo apreciar. Y el médico que practicó la cesárea supo desde ese día que hay algo más que la técnica - y todo saber mecanicista, reduccionista y materialista con ella- ignora. Y eso que ignora es lo mejor. Lo que salva.

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