lunes, 1 de abril de 2013

Psicología evolutiva post mortem



Pim van Lommel et al. (2001) publicaron en The Lancet (Near-death experience in survivors of cardiac arrest: a prospective study in the Netherlands) un estudio longitudinal en el que participaron personas que habían sobrevivido a una parada cardiorrespiratoria y que habían tenido que ser reanimados. (Por cada 100 pacientes que padecen un episodio de este tipo y que logran “volver a la vida” 200 mueren.) Durante un cierto número de minutos los supervivientes estuvieron inconscientes y sin  que su cerebro recibiera sangre ni, por tanto, oxígeno. Lo que supone ausencia de actividad cerebral. (Cuando se ha podido medir la actividad eléctrica del cerebro, el EEG está plano.) Un 18 % de ellos, no obstante, recordaban haber tenido experiencias conscientes durante ese lapso de tiempo. Esta experiencia se caracterizaba por una sensación desconocida, hasta ese momento, de paz y armonía. Otra de las características más destacables es que estas personas perdieron el miedo a la muerte.  Podemos decir, que percibieron en qué consiste la muerte y dejaron de temerla.
Puesto que la gran mayoría no experimentaron ningún estado consciente, ni recordaban nada de ese periodo los investigadores hicieron un grupo experimental (35) con aquellos que lo experimentaron y un grupo de control (39) con parte de los que no lo experimentaron. Igualaron a los dos grupos –experimental y control-  en un conjunto de variables (edad, sexo, duración del paro cardiaco, duración del estado de inconsciencia.) Y los entrevistaron a los 2 y a los 8 años de haber sufrido el episodio cardiaco.
No voy a entrar en si la experiencia conocida como ECM (experiencia cercana a la muerte) es real o no lo es. (El investigador principal cree que sí lo es.) Tampoco voy a entrar en cuáles pueden ser las causas que explican esta experiencia subjetiva de muerte y de vuelta a la vida. Lo que sí digo es que las personas que han pasado por ella la creen real. Y que no hay delirio ni fraude. Y que supone un cambio psicológico duradero a lo largo del tiempo. Las personas de los dos grupos cambian. Pero las del grupo experimental lo hacen de un modo muy profundo y particular. A mí me interesa el aspecto evolutivo de este fenómeno, por otra parte, fascinante, sea objetivo o solo subjetivo.
(Lo más chocante de todo es que haya experiencias conscientes en ausencia de actividad cerebral. Pero eso, como digo, lo dejamos de  lado.)
¿En qué cambiaban o cómo afectaba a las personas con una ECM esta experiencia? Los dos grupos diferían, de un modo estadísticamente significativo, en: expresión de las emociones, aceptación de lo otros, empatía, comprensión de los otros, atención a la familia (actitudes sociales); atribución de un sentido a la vida, intereses espirituales (actitud religiosa); aumento de la creencia en la vida después de la muerte y disminución del miedo a la muerte (actitud hacia la muerte) y, por último, aprecio por la cosas cotidianas, comprensión de uno mismo e interés en el sentido de la vida. Estas diferencias eran observables a los 2 años del ataque cardiaco. Siempre a favor del grupo experimental
¿Qué ocurría a los 8 años?  Todas las personas de ambos grupos habían evolucionado de un modo positivo. Se podía apreciar un desarrollo claro de la conciencia personal, social y espiritual en todos los participantes. Sin embargo, se observaba que el grupo que había tenido una ECM mantenía la superioridad o se acentuaba en expresión de las emociones, aceptación de los otros, empatía e implicación familiar (actitudes sociales). En comprensión de los otros, ambos grupos se habían llegado a igualar hacia arriba. Por lo que respecta a la aceptación de que la vida tiene que tener un propósito, ahora, 8 años después, el grupo control, por el contrario, superaba al grupo experimental. No obstante, los intereses espirituales habían crecido todavía más en el grupo experimental mientras que en el grupo de control se habían desplomado. El miedo a la muerte descendía en ambos grupos pero de un modo más acentuado en aquellos que habían pasado por la ECM. La creencia en la vida después de la muerte era superior en el grupo experimental. Por otra parte, en ambos grupos habían crecido la comprensión de uno mismo y la apreciación de las cosas de la vida cotidiana pero los del grupo experimental seguían siendo más sensibles a estos aspectos que los del grupo de control.
Habría que explicar el motivo por el que las personas que tienen una ECM evolucionan del modo en que lo hacen. ¿Qué hay en esa experiencia que, por otra parte, dura tan poco, capaz de producir cambios profundos y duraderos en actitudes y creencias fundamentales?
La muerte es junto con el nacimiento la vivencia más radical que puede padecerse. A la muerte se le teme. Y estas personas pierden el miedo a morir: a los 2 años un 47 % dice haber perdido el miedo a morir.  A los 8 años es un 63%. Las personas del grupo control que se encuentran en esta situación suponen el 16 % (a los 2 años) y el 41% a los 8 años.
El interés por los valores espirituales crece hasta un 42% a los 8 años en el grupo experimental mientras que en el grupo control desciende un 41% a los 8 años del episodio cardiaco.
La ECM parece remover tendencias, actitudes, valores o creencias muy firmemente asentadas. Creo que hoy día nadie es capaz de explicar ni esta experiencia ni los cambios que conlleva.
Pim van Lommel en su libro Consciencia (2007/2012) recapitula en un elaborado capítulo su estudio de 2001:
“Sorprendentemente, transcurridos dos y ocho años, los pacientes relataban su ECM casi con las mismas palabras, hasta el último detalle. Esto es casi imposible en el caso de un sueño o de una invención”
“Otro hallazgo sorprendente fue que las personas con una ECM muy intensa, tenían más probabilidades (p ≤ 0.0001) de morir en los treinta días siguientes a su parada cardíaca, aunque en términos médicos no se diferenciaran del resto de los pacientes.”
En este estudio se aludió a todos los componentes de la ECM conocidos:  consciencia de estar muerto, emociones positivas, experiencia extracorpórea, viaje a través de un túnel, comunicación con la “luz”, percepción de colores, percepción de un paisaje “celestial”, encuentro con amigos y familiares difuntos, retrospección vital y presencia de una frontera.
“No identificamos diferencias significativas en la duración de la parada cardiaca, ninguna diferencia en la duración del periodo de inconsciencia (…) fuimos incapaces de establecer diferencias entre los pacientes con un paro cardiaco muy prolongado y aquellos con uno muy breve. El nivel de gravedad de la deficiencia de oxígeno en el cerebro parecía ser irrelevante.”
“Los efectos transformativos de por vida que ejerce una experiencia de apenas unos cuantos minutos no dejan de ser un hallazgo tan sorprendente como inesperado.”
Van Lommel (2012) reconoce que su estudio no puede explicar por qué algunas personas, pero no la mayoría, experimenta una conciencia lúcida y agudizada cuando no hay signos de funcionamiento cerebral durante una parada cardíaca. Pero él se inclina por la hipótesis de la DMT: “El hecho de que la dimetiltriptamina (DMT), que se encuentra de forma natural en el cuerpo, pueda intervenir en la experiencia de conciencia expandida durante las ECM es una hipótesis nueva y sorprendente. Tal vez la liberación de DTM, impulsada o estimulada por determinadas circunstancias en nuestra consciencia, disipe las inhibiciones naturales de nuestro cuerpo para experimentar una conciencia expandida, como si fuera capaz de bloquear o interrumpir la interrelación ente la conciencia y nuestro cuerpo (el cerebro). En este punto se debe hacer mención al hecho de que el zinc es esencial para la síntesis de la serotonina y de sustancias relacionadas como la DMT. A una edad avanzada, el cuerpo almacena menores niveles de este metal, y, como se ha dicho anteriormente, los relatos de ECM son menos comunes a esa edad.”

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