Pim van Lommel et al. (2001) publicaron en The Lancet (Near-death
experience in survivors of cardiac arrest: a prospective study in the
Netherlands) un estudio longitudinal en el que participaron personas que habían
sobrevivido a una parada cardiorrespiratoria y que habían tenido que ser
reanimados. (Por cada 100 pacientes que padecen un episodio de este tipo y que
logran “volver a la vida” 200 mueren.) Durante un cierto número de minutos los
supervivientes estuvieron inconscientes y sin
que su cerebro recibiera sangre ni, por tanto, oxígeno. Lo que supone
ausencia de actividad cerebral. (Cuando se ha podido medir la actividad
eléctrica del cerebro, el EEG está plano.) Un 18 % de ellos, no obstante,
recordaban haber tenido experiencias conscientes durante ese lapso de tiempo.
Esta experiencia se caracterizaba por una sensación desconocida, hasta ese
momento, de paz y armonía. Otra de las características más destacables es que
estas personas perdieron el miedo a la muerte. Podemos decir, que percibieron en qué consiste
la muerte y dejaron de temerla.
Puesto que la gran mayoría no experimentaron ningún estado consciente, ni
recordaban nada de ese periodo los investigadores hicieron un grupo
experimental (35) con aquellos que lo experimentaron y un grupo de control (39)
con parte de los que no lo experimentaron. Igualaron a los dos grupos
–experimental y control- en un conjunto
de variables (edad, sexo, duración del paro cardiaco, duración del estado de
inconsciencia.) Y los entrevistaron a los 2 y a los 8 años de haber sufrido el
episodio cardiaco.
No voy a entrar en si la experiencia conocida como ECM (experiencia
cercana a la muerte) es real o no lo es. (El investigador principal cree que sí
lo es.) Tampoco voy a entrar en cuáles pueden ser las causas que explican esta
experiencia subjetiva de muerte y de vuelta a la vida. Lo que sí digo es que
las personas que han pasado por ella la creen real. Y que no hay delirio ni
fraude. Y que supone un cambio psicológico duradero a lo largo del tiempo. Las
personas de los dos grupos cambian. Pero las del grupo experimental lo hacen de
un modo muy profundo y particular. A mí me interesa el aspecto evolutivo de
este fenómeno, por otra parte, fascinante, sea objetivo o solo subjetivo.
(Lo más chocante de todo es que haya experiencias conscientes en ausencia
de actividad cerebral. Pero eso, como digo, lo dejamos de lado.)
¿En qué cambiaban o cómo afectaba a las personas con una ECM esta
experiencia? Los dos grupos diferían, de un modo estadísticamente
significativo, en: expresión de las emociones, aceptación de lo otros, empatía,
comprensión de los otros, atención a la familia (actitudes sociales);
atribución de un sentido a la vida, intereses espirituales (actitud religiosa);
aumento de la creencia en la vida después de la muerte y disminución del miedo
a la muerte (actitud hacia la muerte) y, por último, aprecio por la cosas
cotidianas, comprensión de uno mismo e interés en el sentido de la vida. Estas
diferencias eran observables a los 2 años del ataque cardiaco. Siempre a favor
del grupo experimental
¿Qué ocurría a los 8 años? Todas
las personas de ambos grupos habían evolucionado de un modo positivo. Se podía
apreciar un desarrollo claro de la conciencia personal, social y espiritual en
todos los participantes. Sin embargo, se observaba que el grupo que había
tenido una ECM mantenía la superioridad o se acentuaba en expresión de las
emociones, aceptación de los otros, empatía e implicación familiar (actitudes
sociales). En comprensión de los otros, ambos grupos se habían llegado a
igualar hacia arriba. Por lo que respecta a la aceptación de que la vida tiene
que tener un propósito, ahora, 8 años después, el grupo control, por el
contrario, superaba al grupo experimental. No obstante, los intereses
espirituales habían crecido todavía más en el grupo experimental mientras que
en el grupo de control se habían desplomado. El miedo a la muerte descendía en
ambos grupos pero de un modo más acentuado en aquellos que habían pasado por la
ECM. La creencia en la vida después de la
muerte era superior en el grupo experimental. Por otra parte, en ambos grupos
habían crecido la comprensión de uno mismo y la apreciación de las cosas de la
vida cotidiana pero los del grupo experimental seguían siendo más sensibles a
estos aspectos que los del grupo de control.
Habría que explicar el motivo por el que las personas que tienen una ECM
evolucionan del modo en que lo hacen. ¿Qué hay en esa experiencia que, por otra
parte, dura tan poco, capaz de producir cambios profundos y duraderos en
actitudes y creencias fundamentales?
La muerte es junto con el nacimiento la vivencia más radical que puede padecerse.
A la muerte se le teme. Y estas personas pierden el miedo a morir: a los 2 años
un 47 % dice haber perdido el miedo a morir.
A los 8 años es un 63%. Las personas del grupo control que se encuentran
en esta situación suponen el 16 % (a los 2 años) y el 41% a los 8 años.
El interés por los valores espirituales crece hasta un 42% a los 8
años en el grupo experimental mientras que en el grupo control desciende
un 41% a los 8 años del episodio cardiaco.
Pim van Lommel en su libro Consciencia (2007/2012) recapitula en un
elaborado capítulo su estudio de 2001:
“Sorprendentemente, transcurridos dos y ocho años, los pacientes
relataban su ECM casi con las mismas palabras, hasta el último detalle. Esto es
casi imposible en el caso de un sueño o de una invención”
“Otro hallazgo sorprendente fue que las personas con una ECM muy intensa,
tenían más probabilidades (p ≤ 0.0001) de morir en los treinta días siguientes
a su parada cardíaca, aunque en términos médicos no se diferenciaran del resto
de los pacientes.”
En este estudio se aludió a todos los componentes de la ECM conocidos: consciencia de estar muerto, emociones
positivas, experiencia extracorpórea, viaje a través de un túnel, comunicación
con la “luz”, percepción de colores, percepción de un paisaje “celestial”,
encuentro con amigos y familiares difuntos, retrospección vital y presencia de
una frontera.
“No identificamos diferencias significativas en la duración de la parada
cardiaca, ninguna diferencia en la duración del periodo de inconsciencia (…)
fuimos incapaces de establecer diferencias entre los pacientes con un paro
cardiaco muy prolongado y aquellos con uno muy breve. El nivel de gravedad de
la deficiencia de oxígeno en el cerebro parecía ser irrelevante.”
“Los efectos transformativos de por vida que ejerce una experiencia de
apenas unos cuantos minutos no dejan de ser un hallazgo tan sorprendente como
inesperado.”
Van Lommel (2012) reconoce que su estudio no puede explicar por qué
algunas personas, pero no la mayoría, experimenta una conciencia lúcida y
agudizada cuando no hay signos de funcionamiento cerebral durante una parada
cardíaca. Pero él se inclina por la hipótesis de la DMT: “El hecho de que la
dimetiltriptamina (DMT), que se encuentra de forma natural en el cuerpo, pueda
intervenir en la experiencia de conciencia expandida durante las ECM es una
hipótesis nueva y sorprendente. Tal vez la liberación de DTM, impulsada o
estimulada por determinadas circunstancias en nuestra consciencia, disipe las
inhibiciones naturales de nuestro cuerpo para experimentar una conciencia
expandida, como si fuera capaz de bloquear o interrumpir la interrelación ente
la conciencia y nuestro cuerpo (el cerebro). En este punto se debe hacer mención
al hecho de que el zinc es esencial para la síntesis de la serotonina y de
sustancias relacionadas como la DMT. A una
edad avanzada, el cuerpo almacena menores niveles de este metal, y, como se ha
dicho anteriormente, los relatos de ECM son menos comunes a esa edad.”
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