Resulta que durante la persecución nazi del pueblo judío ocurrió un hecho poco difundido para la relevancia que tiene.
Verdaderos cristianos escondían en una iglesia a perseguidos judíos.
Cuando llegó el pelotón criminal, el que estaba al mando ordenó a los judíos que se separaran, que se diferenciaran del grupo y que salieran para ser detenidos y masacrados.
A ver, los que sean judíos, que vengan aquí, gritó.
En esto, se oyó un fuerte estampido y todo el comando cayó a tierra y se dio de bruces contra el suelo de la iglesia.
Todos los presentes contaron que después del ruido los vieron salir corriendo.
El comandante, antes de ahorcarse, confesó que había visto al crucificado descender de la cruz y exclamar: yo soy.
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