Kiarostami: Dónde está la casa de mi amigo; Y la vida continúa; A través de los olivos.
La película A través de los olivos (1994) incluye de alguna manera las dos anteriores: Dónde está la casa de mi amigo y Y la vida continúa. En A través de los olivos asistimos al rodaje de Y la vida continúa (1992). Y la vida continúa trata de la búsqueda por el director de Dónde está la casa de mi amigo de los actores que participaron en esta película. Por tanto, en A través de los olivos hay dos actores que hacen de Kiarostami: el que ocupa su lugar en Y la vida continúa y el que lo ocupa en A través de los olivos. Además, está el Kiarostami real. Encontramos una sucesión de niveles. Niveles de ficción para ¿representar? distintos niveles de realidad.
En A través de los olivos presenciamos la posibilidad potencial de una sucesión ilimitada de niveles: el infinito potencial en el cinematógrafo. Pero no es un mero juego de estilo el que se nos ofrece. En la película se plantean problemas epistemológicos trascendentales. El infinito es tan inalcanzable como la realidad o la ficción. Hay momentos en los que no sabemos qué es lo que estamos viendo. Es como un mareo epistemológico. ¿Verdaderamente es posible que una película (P1) consista en mostrar cómo se filmó la otra película (P2)? Siendo P1 y P2 obra del mismo director. ¿Cómo es posible que dos actores distintos hagan el papel del mismo director? ¿Y dónde está el director real si es que esta palabra tiene sentido? ¿Sería posible hacer una película de cómo se hizo la película (P1) que estamos viendo?
Esta película está mostrando los límites de toda representación. La ficción nunca puede dar alcance a la realidad. Pero la realidad siempre se escapa de la ficción. Tanto realidad como ficción están siempre en el punto de fuga. Siempre hay un punto ciego que no es posible ver y que nos impide ver la totalidad.
Esta película muestra que la totalidad es imposible.
Y que la noción de representación tiene problemas. Puede llevarnos a errores de sobresimplificación si la aceptamos ingenuamente. Y a desviarnos del camino.
Kiarostami nos lleva a un lugar que –en realidad- es un no lugar. Pues ¿desde dónde nos “habla” él? Esta película es como Las Meninas del cinematógrafo. ¿Quién puede dar más?
La Psicología del desarrollo está involucrada en el debate sobre realidad y representación de la realidad. Muchos psicólogos del desarrollo se consideran constructivistas porque consideran que lo que ocurre a lo largo del desarrollo es que el sujeto se dedica a la construcción de representaciones de la realidad cada vez más complejas. La realidad no puede ser captada de modo directo. La mente no la refleja directamente. Lo que ocurre es que a partir de ciertos aspectos de la realidad “en bruto” construimos otra realidad, o mejor, lo que tenemos es una representación, no la realidad. ¿Pero es esto así? Aquí hay un problema epistemológico muy serio y muy radical. Y tenemos la suerte de que un cineasta, lo sepa o no lo sepa, se ha enfrentado con ese problema en estas películas, que podemos considerar mayores.
¿Necesita un enfoque epistemológico constructivista la noción de representación?
La noción de representación es una reminiscencia de posturas dualistas (el sujeto reproduce el objeto; hay hechos libres de teorías; lo externo frente a lo interno) y del realismo ingenuo (la realidad exterior se reproduce en el interior).
¿Pero cómo es posible que haya una construcción de la realidad y no una representación de la realidad?
La fórmula de Putnam (Las mil caras del realismo) "la mente y el mundo, en común, constituyen la mente y el mundo", puede ser una síntesis acertada.
Si hablas de representación das a entender que hay una realidad previa al sujeto. Pero no hay nada previo al sujeto. El sujeto y el mundo se construyen simultáneamente.
No hay representación de la realidad sino construcción de la realidad.
Si se opta por un constructivismo no ingenuo la estática noción de representación está de más, debe ser eliminada. (No es necesario tener una representación de la lengua, por ejemplo, para usarla).
Si no vas hacia un constructivismo dinámico, entonces, es posible que se produzcan regresiones a niveles epistemológicos anteriores, y, las resistencias a abandonar nociones innecesarias que son más un lastre que una necesidad, podrán cristalizar.
El sujeto construye el mundo y al hacerlo se autoconstruye.
Otra cosa distinta es que haya productos sociales tangibles que manifiesten la labor constructiva realizada, aunque los sujetos hayan desaparecido. Por eso, podemos, reconstruir la genealogía del Homo Sapiens Sapiens.
Si:
(a) sobre las conexiones causales entre sucesos nunca podremos tener una percepción directa (Hume);
(b) sobre aspectos fundamentales del mundo microfísico nunca podremos tener representación alguna, a lo sumo, ecuaciones matemáticas, que son el reflejo de la labor constructiva realizada por los físicos (Heisenberg); entonces, si esto es así, todavía lo será más cuando estudiemos los procesos dinámicos en cuanto tales. Y el proceso de conocer es ante todo dinámico.
Ejecutamos actos subjetivos, ejecutamos actos intersubjetivos. De ellos hay, a veces, un resultado tangible, destilación de esos actos. Es la expresión social del esfuerzo constructivo. Las herramientas [hachas (...) ordenador]; las instituciones, las costumbres: los símbolos, en suma, personales y colectivos. Precipitados. Y sobre todo las lenguas, las formas lingüísticas...
El sujeto cognoscente solo, único, aislado es un mito. El hecho aislado es un mito. La representación de la realidad es un mito.
El que eliminemos la representación de la realidad no implica la negación de los estados mentales. El sujeto goza de estados mentales. No sólo hay estímulos y respuestas (otro mito, ya vencido). [Evitemos, en lo posible, llamarlos internos o externos].
Los estados mentales son estados físicos (postulado de identidad), pero los estados mentales no son isomórficos de los estados físicos (monismo anómalo de Davidson [La filosofía de la psicología]: distinción entre identidad e isomorfismo).
De ahí que el acuerdo intersubjetivo nunca sea completo. Hay significados (y sentidos) compartidos, pero éstos, no son exactamente los mismos para todos los sujetos. Eso hace posible tanto la consolidación como el avance sociales.
Por tanto, cada sujeto computa un significado compartido de forma idiosincrásica: no tiene por qué haber identidad física entre los estados mentales de los sujetos aunque haya máxima semejanza (isomorfismo) entre los significados.
No hay representaciones, pues, sino, antes que nada, usos, intersubjetivamente construidos o reconstruidos. Sobre los usos se construyen, intersubjetivamente significados, cada vez más complejos y diversificados.
Una cosa es la historia causal que hace que un referente sea construido mentalmente, y, otra la mera asociación entre estímulos y respuestas. Aquí no hay estados mentales. Allí sí.
La verdad, por tanto, no es una correspondencia entre una representación interna y una realidad exterior. La verdad es una labor constructiva inacabable. Una marcha hacia.
Quizás tenga sentido establecer una diferencia entre realidad y existencia con el objetivo de dar cuenta de la existencia de objetos físicos (con realidad y existencia), objetos sólo mentales (con realidad y sin existencia) no necesariamente compartidos y objetos no físicos (sin realidad pero con existencia) culturalmente compartidos, como ciertos contenidos de las matemáticas. Los objetos sin realidad ni existencia habitarían en la nada.
¿Hay lenguajes privados además de lenguajes públicos o sólo puede hablarse con propiedad de lenguajes públicos? ¿Hay una zona autónoma subjetiva a la que nadie fuera del sujeto puede acceder o eso tan sólo es una ilusión? Si hay una zona autónoma subjetiva, entonces, la psicología nunca podría reducirse a sociología, psicología cultural, cognición social; viceversa, si no todo puede reducirse a una zona autónoma subjetiva, entonces, habrá que contar con el contexto socio histórico cultural. Ahora bien, ¿cómo integrar ambos aspectos, si además de compartir una zona común conservan territorios propios?
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