Mark Greengrass ha estudiado el
fin de la cristiandad entre 1517 y 1648. Efectivamente, después de esa fecha ya
no puede hablarse de cristiandad en Europa: empezó una nueva época. ¿Es lícito
identificar cristiandad con cristianismo? Kierkegaard, experimentó existencialmente
que eso no es posible. Y parece que tenía razón.
¿Pero cómo podríamos caracterizar
esa nueva época, en la que todavía estamos, y no sabemos por cuánto tiempo? ¿Cómo
postcristiana, no cristiana o, directamente, anticristiana? Anticristiana, en
principio, no podemos denominarla porque no se puede identificar, sin más,
cristiandad y cristianismo. En todo caso sería anticristiandad.
Veamos, por ejemplo, ciertas
formulaciones de Nietzsche en La voluntad
de poder donde se puede ver cómo el pensador más anticristiano junto con Marx, distingue
entre Jesucristo, lo cristiano, primer cristianismo, cristianismo, Iglesia…
¿Qué es lo que ha negado Cristo? Todo lo que
hoy se llama cristiano.
Lo
cristiano es la perfecta indiferencia contra dogmas, culto, sacerdotes,
Iglesia, teología.
El ladrón en la cruz: cuando el mismo
criminal que recibe una muerte dolorosa, juzga: «Solo este Jesús que sin protesta,
sin rencor, con bondad, resignadamente, sufre y muere es el justo», ha afirmado
el Evangelio: y con ello está en el
Paraíso...
Jesús dijo: no se debe ofrecer resistencia
ni de hecho ni de corazón a los que nos hagan mal. No se debe reconocer ningún
motivo para separarse de su mujer. No hay que establecer ninguna diferencia
entre forasteros y naturales, extranjeros y compatriotas. No hay que
encolerizarse contra nadie, no hay que menospreciar a nadie. Dad limosna en
secreto. No hay que querer hacerse rico. No hay que maldecir. No hay que
juzgar. Hay que olvidar y perdonar. No orar en público. La «bienaventuranza» no
es solo una promesa: existe desde el momento en que se vive y se obra conforme
a tales máximas.
Jesús opuso a aquella vida ordinaria una
vida real, una vida en la verdad: nada está más lejos de él que la inmensa estupidez
de una eterna sucesión personal. Lo que él combate es la conversión de la
«persona» en algo importante: ¿cómo puede entonces querer eternizarla?
Combate igualmente la jerarquía dentro de la
comunidad: de ninguna forma promete una proporción de salario de acuerdo con el
rendimiento: ¡cómo puede haberse referido a premio y castigo en el más allá!
Esto es lo gracioso del asunto, una gracia
trágica: Pablo reprodujo, en gran estilo precisamente, lo que Cristo había anulado con
su vida. Finalmente, cuando la Iglesia estuvo lista, llegó incluso a tomar bajo
su sanción la existencia del Estado.
La Iglesia es exactamente lo contrario de lo
que Cristo había predicado y contra lo que había enseñado a luchar a sus discípulos.
La vida ejemplar consiste en el amor y la
humildad; en la plenitud de corazón que no excluye ni a los más
insignificantes; en la renuncia formal al querer-tener-la razón, a la defensa,
a la victoria en sentido de triunfo personal; en la creencia en la
bienaventuranza aquí en la tierra, a pesar de la miseria, los antagonismos y la
muerte; en la mansedumbre en la ausencia de ira, de soberbia; en no querer ser
recompensado. Ni ligarse a nadie; en el más espiritual abandono del señorío; en
el orgullo de una vida voluntariamente vivida para los pobres y los servidores.
Después de que la Iglesia se había dejado
arrebatar toda la praxis cristiana y hubo sancionado la vida dentro del Estado,
aquella clase de vida que Jesús había combatido y condenado, tuvo que depositar
el sentido del cristianismo en otra parte; en la creencia en cosas increíbles,
en el ceremonial de rezos, veneraciones, fiestas, etcétera. El concepto «pecado»,
«perdón», «castigo», «recompensa» — todo poco importante y casi excluido del
primer cristianismo— adquiere ahora la mayor importancia.
(Heidegger, piensa que el anticristianismo de Nietzsche sigue preso
del cristianismo, precisamente por limitarse a proponer lo inverso. Heidegger
piensa en la necesidad de la confrontación con el cristianismo pero para
liberarse de él definitivamente.)
Ahora bien, puede decirse que la
vigencia de la cristiandad sociopolítica permitía – aunque no garantizaba- la
existencia del cristianismo. Eso ahora no está tan claro que pueda suceder. Porque
el nuevo régimen, ¿en qué relación se encuentra con el cristianismo toda vez,
que, a veces, parece resueltamente el reverso o el inverso de la cristiandad?
No sería muy difícil demostrar que
el régimen vigente a la par que hunde sus raíces en los mismos principios que
dieron origen a la cristiandad, intenta, al mismo tiempo, por paradójico que
pueda resultar, poner en marcha un “programa” sociopolítico y cultural basado
en principios, explicita o implícitamente, contrarios o inversos a los de su
precedente. Sus principios son exactamente la negación de los anteriores.
Estos, sus principios, no podrían haber dado lugar a ninguna cultura (por
distinguir con Spengler entre cultura y civilización), porque no son capaces de
crear nada al ser puramente negativos. Son parasitarios de los positivos.
Se definen por oposición, por
negación. Viven a costa de los valores que dieron origen a lo que llamamos
cristiandad. Y que ha quedado aniquilada hasta no sabemos cuándo.
¿Cómo ha podido ocurrir una cosa
así? ¿Hay precedentes en la historia de las civilizaciones de una tan radical y
extrema inversión de los valores fundantes de una cultura? ¿Cómo puede vivir un
régimen de la negación de los valores del régimen al que ha suplantado? ¿No se
está produciendo una gran equívoco o colosal malentendido?
Desde un punto de vista lógico
racional a priori una cosa así no
puede ser posible. Sí sería imaginable una transvaloración de todos los
valores, al estilo Nietzsche, pero no una inversión mecánica, que es lo que
parece que está ocurriendo desde hace 500 años y que podría seguir otros 500
años. Porque está inversión opera en todos los contextos en los que puede:
cosmológico, natural, económico, familiar, social, cultural, político,
estético, ético y religioso. Y, probablemente, no ha acabado con su insidiosa rutina.
En el cuadro siguiente, se
muestran algunos ejemplos de la inversión radical de todos los valores
efectuados durante la hegemonía de la postcristiandad.
(Aunque no han dejado de haber durante
estos últimos siglos intentos de mediación y de superación de la contradicción
extrema en la que nos encontramos, podría ser que esos esfuerzos fueran vanos.
Habría que aceptar, por ejemplo, como válida la dialéctica de Hegel, y eso no
es posible, porque la citada dialéctica ha tomado ya partido por la inevitabilidad
de la inversión o negación de todos los valores.)
|
Cristiandad hasta siglo xvii
|
Postcristiandad desde siglo xvii
|
cosmológico
|
Geocentrismo, tiempo absoluto
|
Heliocentrismo, tiempo relativo
|
naturaleza
|
Creacionismo, alma, cuerpo
|
Evolucionismo, materialismo,
reduccionismo
|
económico
|
justicia social, cuidado de los pobres,
propiedad
|
socialismo, comunismo, estatalismo,
populismo
|
familiar
|
varón, mujer, amor, matrimonio indisoluble,
concepción libre, procreación
|
divorcio, anticoncepción, aborto, sexo,
difuminación de la diferencia sexual
|
social
|
orden, armonía, libertad
|
oposición, exaltación de todas las contradicciones
posibles, lucha, revuelta, rebelión, revolución, liberalismo
|
cultural
|
verdad absoluta o única
|
relativismo, verdades relativas o
muchas verdades
|
político
|
jerarquía, trono, altar
|
democracia, república, laicismo
|
estético
|
clasicismo, belleza
|
rupturas del canon, vanguardias, feísmo
|
ético
|
bien objetivo, virtud, cuidado de la
vida, vida humana sagrada
|
objetivismo, transgresión,
permisividad, liberación sexual, eutanasia, vicio, sacralización de la vida
no humana
|
religioso
|
Dios, dogma, transcendencia, ortodoxia
|
hombre, heterodoxia, inmanencia, todo
vale excepto el dogma
|
Cualquiera que quiera moverse –en
el momento presente- dentro de los valores de la izquierda de la tabla tendrá
serios problemas de inadaptación social y personal. Aunque se encuentre en
instituciones “presuntamente” conservadoras. Será reaccionario o integrista. (¿Católico, feo y sentimental?) Ultraconservador,
tradicionalista. (Sólo se sentirá libre leyendo a Sócrates, Epicteto, Longino,
Cicerón, Séneca, Dante, Pascal, Kierkegaard, Dostoievski, Donoso Cortés, De Maistre,
Chesterton y todos los antimodernos.)
Querámoslo o no, sepámoslo o no, todos somos
postcristiandad y la mayoría de las personas son, además, anticristianos. Pues los
valores de la derecha de la tabla son anticristianos. ¿Es posible, todavía, el
cristianismo en un mundo, literalmente, fundado sobre la demolición de la cristiandad?
No veo cómo. Porque, incluso, los que experimentamos un malestar insoportable
estamos infectados, por 500 años de intoxicación y corrupción. La cosa ha
llegado a su cima: Usura, Lujuria, Soberbia (T. S. Eliot) y Mentira. Son los dioses a los
que la postcristiandad sirve y adora. (El sometimiento a la técnica es la
consecuencia: somos esclavos de la técnica por esa idolatría.) La civilización
ha decidido no servir a Dios, y ha caído en la servidumbre más extrema: la de
servir a la mentira. Hoy todo está fundamentado en una gigantesca mentira. Todo
está falsificado. Y la verdad brilla por su ausencia.